martes, 29 de diciembre de 2009

EL BRINDIS

Son fechas propicias para celebrar cosas importantes. Despedir los sinsabores y alegrías de otro año que expira y abrazar, qué remedio cabe, al nuevo que empieza. Y este ciclo estacional y vital hasta que lo contemos, nos quedemos mudos o alguien brinde por nosotros.
Son tiempos de encuentros, de abrazos, de reuniones familiares, de redescubrir al olvidado, de despedidas y de brindis. Se puede brindar con champán, con cava, con sidra, con vino, con gaseosa, con un refresco o con la transparente agua. Da igual. Las preferencias son libres, como las burbujas.
Siempre creí que esas burbujas, en su ebullición tras el descorche, se disparan anárquicamente pero siempre buscando una salida, huir laudas hacia el cuello de la botella, escapar de su urna de cristal, aventurarse en el misterio de la libertad.
Pero para las personas representa un símbolo. Cada chasquido de cristal, cada golpe de copa, cada sorbo, se ameniza solemnemente con un deseo. Brindamos, bien con los ojos abiertos, bien teniéndolos cerrados, suspirando por un sueño, por un anhelo. Porque los sueños son libres e imaginarlos no cuestan. Se podrán luego cumplir o quedar, como las burbujas, en agua de borrajas. Tampoco importa demasiado. Lo que ilusiona es la expectativa, siempre incierta, del destino del sueño.
Cada vez que veo las burbujas en los brindis compartidos me recuerda, cada una de ellas, a personas conocidas y a las que están por venir. Siempre dije que no todos los que están son todos los que son y esas burbujas mágicas, hechiceras, embriagadoras, simbolizan también a los que fuimos y a los que somos, a los que fueron y a los que estarán.
Cuando brindes estos días, acuérdate de ésto que ahora escribo. Sigue pidiendo deseos porque no hay ninguno innecesario. Cierra los ojos, sorbe, absorbe, respira y goza. En las burbujas están nuestros recuerdos y nuestro horizonte, nuestro pasado y nuestras esperanzas. Brinda, recuerda, resopla y vive.

martes, 22 de diciembre de 2009

EL VIAJE DE LA VIDA: FELIZ AÑO

¡Vaya! Este es el título para mi felicitación navideña. Porque, poco amante del protocolo, os deseo los mejores días posibles y, sobre todo, un buen año. Y que cada uno de los días del calendario tengan un algo especial para nosotros. Cada día esconde una sorpresa escondida en la monotonía. Sólo hay que encontrarla y para ello tenemos que tener despiertos los sentidos, y que no se nos mutilen por falta de uso. ¿Os acordáis? Podeís repasar el texto de Los Sentidos Mutilados.
Sí. El título del Viaje de la Vida no es casual. Es que la vida es un viaje. Y yo, ya desde pequeño, lo he simbolizado como el viaje en un tren. Nos subimos a él cuando nos toca y nos acomodamos, o incomodamos, también en el compartimento destinado. Los hay de primera clase, de turista, de segunda clase e incluso de tercera. El confort es diferente.
En nuestro coche o vagón existen asientos numerados, unos más alejados o más próximos al nuestro. Los más cercanos corresponden a las personas que, de una u otra forma, nos van a acompañar un trayecto de nuestra vida, que es nuestro viaje. Los padres, los hijos, el compañero, la esposa, la novia, los amigos, la amante, los seres más queridos por nosotros. Más allá los conocidos, pero no tan influyentes en nuestras vidas. Y en los otros compartimentos, también repletos, el resto del mundo, al que nunca conoceremos o por si acaso de refilón.
El trayecto puede ser largo o corto. No obstante el tren se detiene en sucesivas paradas donde mucha gente se apea y otros suben. Se apean incluso los de los asientos cercanos para no volverlos a ver nunca y esos asientos quedarán, posiblemente vacíos y sólo con su recuerdo, o serán reemplazados por otras personas, en cualquier caso seguimos viajando, conversando, compartiendo y viviendo, que es de lo que se trata.
En ocasiones estamos deseperados, necesitamos respirar, desconectar, buscar un aliento. Y nos viene bien otra parada en el próximo andén para estirar las piernas, bostezar, dar una bocanada de aire fresco, recuperar fuerzas, cargar las pilas, conocer a otras gentes, cambiar de aires, revivir. A veces es bueno aprovechar esa oportuna parada para la reflexión, para recomponer el viaje, para revisar el mapa.
Y regresamos a nuestro asiento. Pudiera ser que algunas personas cercanas ya no estén, incluso que se hubiesen ido sin despedirse. Pero el camino sigue y encontramos otras personas. Nos podrán gustar o no, pensaremos que las que se fueron son insustituibles e irremplazables. Esfuerzo vano. Son las que están y las que son, no las que nos gustaría que estuvieran. El viaje continúa.
Y volveremos a parar y a refrescarnos. Volverán a apearse unos y a establecerse otros. A unos les diremos adiós y a otros les daremos un beso. Y el viaje continua. Quizás, en el próximo andén, alguien que nos acompañó casi desde el principio descienda, se aleje y desaparezca. Y el dolor sin consuelo se apodere de nosotros, nos invada el llanto y la desesperación. Pero nuestro viaje continua. Debe proseguir. Quién sabe si, nuestra experiencia acumulada desde nuestro principio, pueda servir a otros que perdieron en su viaje a sus asientos cercanos y perdidos.
Pero nuestro viaje continua a pesar de, a pesar de contra, a pesar de nada. Continua. Y continua para que lo podamos contar, porque a cada kilómetro que andemos, a cada año que cumplamos, en cada andén que repostemos, debemos revisar nuestra tarjeta de embarque, debemos dar gracias a nuestro billete, besar a los que se van, abrazar a los que llegan para seguir compartiendo el viaje, nuestro viaje. Porque es el único de verdad nuestro y que nos lleva a alguna parte.
Hasta que nuestro tren llegue a una terminal o, por fin, se nos acabe el billete. Otros continuarán el viaje. Pero, hasta que lleguemos a ese último andén, viajemos con la emoción de los que empiezan.
Por eso os deseo que, a pesar de los pesares, sigamos viéndonos en los días de los calendarios. Os deseo, si es posible, que viajéis en vuestro tren con la salud de las excursiones de fondo, y que lo contéis, que contéis vuestro viaje porque es el vuestro, personal e intransferible.
Feliz Navidad, buen año 2010 y hasta luego, o hasta siempre.
Música sugerida: ALMA MATER. Rodrigo Leao.

lunes, 21 de diciembre de 2009

LAS NOCHES

Las noches son particularmente hermosas, por lo menos a mí siempre me lo han parecido. Tienen una magia bruja y encantadora, sobre todo cuando ronda esa hora misteriosa que son las doce, o las veinticuatro horas, según se mire. Sí, no hace falta que me comentéis que cualquiera llega cansado y agotada a casa y a esa hora apetece, más que nada, retirarse a descansar. O los hay también que trabajan a partir de esa franja horaria.
Pero aunque sea por un momento disfrutar del silencio, de la tranquilidad, de la desconexión del ajetreo del día. Aunque hay veces en que malgastamos la noche en disputas inútiles y absurdas discusiones. Y si pienso que no está bien disputar y discutir mucho más absurdo e inútil me lo parece en la noche. Es casi un insulto al cosmos.
Relajémosnos y encontremos ese dulce encanto. Aprovéchala en toda su plenitud, en toda su intensidad. Déjate acariar por ella, por su cálida sombra. Enriquece esos instantes nocturnos antes de irte a dormir, aunque sea sólo un trocito de tiempo.
Y..., antes de marcharte a la cama, sólo o acompañada, no te lamentes del ruido de la calle ni del silencio roto. Reféjate en el espejo, repásate por dentro, suspira, respira, mira a tu compañero, o compañera, insinúate y observa a las estrellas.
Abrázate a tu ser más querido, si es que compartes el lecho; y si estás solo o sola, amágate a la noche, y a su música.
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor: Juan José Torres
Música sugerida: THE MOMENT. Kenny Gee.

viernes, 18 de diciembre de 2009

LOS DESDEÑOSOS

En mi ciudad conozco a muchos de éstos. Con seguridad los hay, y las hay, en todas partes. Desdeñoso viene de desdén y según el Diccionario de la Real Academia Española se refiere a aquellas personas que "su indiferencia y despego denotan menosprecio". Pululan, por cualquiera de los lados de cualquier rincón, estos personajes desdeñosos, antipáticos, desconfiados, huraños y de mala cara que, cuando te miran, parece que te perdonen la vida.
Es como si portaran una rabia crónica y contenida, faltándole, tan sólo, ladrar. Yo desconozco lo que les ha hecho el mundo pero sé que, pase lo que les pase, lo pagan con el mundo. El caso es que se pueden encontrar, allá donde vayamos, a estos seres desagradecidos, desgraciados y que ignoran lo que significa la fibra sensible, el necesario abrazo y que desconocen, por supuesto, la cortesía.
Es como si un día se hubieran levantado de mal humor y, en vez de echarlo fuera cuanto antes, se hubieran poseído de él y además cogido el gusto. ¡Con lo que encoge llevar esas cosas encima! Y llevan ese mal humor consigo mismos como una nota acreditativa y tarjeta de presentación.
Yo sé que tú no eres así y espero que no lo seas nunca. Un mal día lo tiene cualquiera. Las malas rachas también. Pero aunque los vientos soplen en contra y las malas épocas se prolonguen piensa, por más que sea un instante, que los demás no tienen culpa alguna y no merecen ningún castigo.
Cuando los veáis por ahí no les preguntáis qué les pasa, porque soltarán algún taco. Simplemente ser amables con ellos para testimoniar que "la mala leche" NO ES contagiosa y, por si acaso, que compruebe el desdeñoso, en primera persona, que ser agradable es gratis, fácil y casi obligatorio. Que sacudan sus propios fantasmas y regalen, por una puñetera vez, algo de ternura y sentido del humor.
Si aún así no son capaces de obrar este milagro tan cotidiano y sencillo que sigan deambulando sólos y cargados de tristezas. Esas tristezas, tan suyas, de amor.

jueves, 17 de diciembre de 2009

EL CHAPUZÓN INDESEADO

Hace muchos años con mi compañera y nuestras hijas, entonces muy pequeñas, decidimos pasar un fin de semana en un hotel de la costa. La oferta era tentadora y necesitábamos desconectar. Recién llegados y tras dejar los equipajes en la habitación, bajamos a las zonas comunes y repasamos las instalaciones, buscando los lugares de recreo infantil y, lógicamente, las piscinas.
Nada más arrivar a la piscina principal y, como es lógico todavía en ropa de calle, observé cómo dos hermanas se zambullían en el agua. La mayor tendría unos doce años y la pequeña siete u ocho. Se puede decir que, en ese momento, estaban solas en el recinto acuático. No supuso este hecho nada relevante y seguimos mirando el entorno y sus alrededores. Muchas hamacas, excedente de sombrillas, pisos de césped, vegetación, arbolado, servicio de restaurante, en fin; todas las comodidades para el turista.
Reparé en que la hermana mayor (luego supe que eran hermanas) abandonaba la piscina, seguramente para ir al baño. Y aprecié también que la pequeña, imagino que al perder la referencia visual de su hermana, se puso nerviosa, insegura y comenzó a chapotear. Se fue angustiando y agobiando por momentos, hasta el punto que se sumergía y a brazadas instintivas lograba salir a flote. Empezó a tragar algo de agua y advertí que aquello iba en serio.
Durante unos segundos divisé, en un recorrido circulatorio, a los turistas que presenciaban la escena pero estaban ocupados o sorprendidos. Guiris en sus tumbonas aplicándose el bronceado, otros leyendo, los que llevaban gafas de sol sin delatar si están durmiendo o haciéndose el distraído, los que sorbían su martini, su cóltel o su refresco, los que se miraban unos a otros esperando a que alguien se decida y sea el primero. Todos con sus bañadores, sus bikinis o su top less.
En esa época he de recordar que no había obligatoriedad en el servicio de vigilancia y socorrismo, de manera que esa figura salvadora no existía. Atónito volví a mirar a los acomodados y acomodadas turistas mirándose entre sí por si alguno se lanzaba. ¿Pueden creerme que nadie? Pensarían que alguno estará disponible, porque dejarme el cóctel a medias o la crema sin poner, con lo agustito que estoy bajo la sombrilla...
Nadie se levantó a socorrer a la niña en apuros. Así que le dije a mi mujer que me custodiara las zapatillas, la cartera y el reloj. En vaqueros y con camisa me lancé al agua, sin gana alguna, para acudir a ese maldito rescate. Saqué a la niña del agua, volvió su hermana asustada y cuando todo se tranquilizó y pasó el peligro, me sacudí el pelo, cogí mis zapatillas, mis calcetines, mi cartera y mi reloj y me despaché en mi habitación.
No me sentí ni héroe ni villano. Me sentí humillado, decepcionado y un tanto hundido. Nadie me dió las gracias ni las pedí, nadie me dijo "lo siento, no sabía que...", nadie me dijo "qué bueno que estuviste". Subí a la habitación, ¿cómo diría yo? desencantado. Si no hubiésemos llegado, ¿Quién hubiese sido? ¿O tal vez no? Cualquiera sabe. El caso es que me retiré con la sensación de que la gente me señalaba con el dedo, no sé si por tonto o por imbécil. Me retiré contento, porque alguien tenía que ser y esta vez me tocó a mí, pero con mala reputación. Que a nadie le pase, ni la que quede en el agua angustiada ni al que se lanza a verlas venir.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LO QUE PUDO SER

Hoy, quien más quien menos, tiene ya su vida más o menos montada, establecida y estable. Me refiero a la vida sentimental, no a la económica, pues este aspecto es ahora, más que nunca, un misterio. Me refiero también a las personas que, como yo, ya no somos tan jóvenes, aunque a mi edad todavía hay gentes mudándose de casas, solitarios por una separación o cargándose de nuevas esperanzas.
Quien más quien menos tiene, si repasa la vista atrás, alguna que otra historia azarosa. Antiguas novias o novios, episodios con algún amante en escena que rovolica los fantasmas, las dudas y las tentaciones. Momentos en nuestra vida que, ese instante, pudo cambiar nuestra propia historia y destino. Sin embargo, si hoy somos lo que somos, es porque aquello no cuajó y ya nada sucedió. Pero se estaba entonces suspendido en el alambre, haciendo equilibrios malabares por si caíamos hacia un lado, o hacia el otro.
Pasan los años y podemos recordar aquellos trozos de historia con nostalgia, con adversidad, con cariño o quién sabe, con indiferencia. En todo caso es la historia de lo que pudo ser y no fue. La eterna canción. Pero estoy seguro que esas antiguas páginas no desaparecieron para siempre. Basta encontrarnos, o reencontrarnos, con esa persona que significó tanto y tan cerca estuvo para que los sueños, los deseos, los entimientos imposibles que ya estaban velados vuelvan a fotografiarse.
Ese encuentro inesperado y casual desentierra entrañas, nos hace retroceder en el tiempo y nos causa cierto impacto. Los sentimientos se mezclan y vuelven a pelearse entre ellos. Los pros, los contras, el volver a empezar nuestras preguntas con el si condicional. ¿Y si....? En cualquier caso ya nada es lo mismo pero todavía nos palpita algo por dentro. Que, aunque ya no sean dudas, volvemos al pasado buena parte del día, rumiando recuerdos y repasando errores, impotencias, desengaños y nuevos horizontes perdidos bajo las losas de las hojas del calendario.
En ese encuentro inesperado torpeamos en la conversación, evitamos las miradas, deseamos salir de allí, o quedarnos más tiempo. Algo pasa en nosotros. Esa acidez amarga o agridulce que nos entristece o alegra, esa dicotomía frustrante y ventajosa, ese estado anímico de embriaguez sentimental, ese dicho tan socorrido "si lo sé no vengo" o "si lo sé vengo antes".
Nada ya es igual. Pero pudo haberlo sido. Aun así, y cuando se repita el encuentro, que alguna vez se repite, no quedemos en fuera de juego. No nos quedemos sin reacción. Fortalezcamos la indiferencia, quedémosnos con el saludo cordial o demos el mejor de los besos, según le vaya a cada cual. Pero no es recomendable quedarse uno en blanco. Pareceremos entonces serviles, inseguros o todavía enamorados.

martes, 15 de diciembre de 2009

EL DESENGAÑO

En la noche de la gran ciudad, deambulando ensimismado por las salidas de metro, por los insufribles e incontables semáforos, entre la jungla de coches y perdido por la hormiguera humana de etiquetados peatones, buscaba, de nuevo, ese golpe de suerte. Por si acaso en éste otro intento y en esta maldita vez la descubría. Quería desafiar a su acostumbrada desesperación y ansiaba encontrar la aguja en el pajar, el grano dorado de arena en el desierto o, en caso contrario, volver sobre sus andadas hacia su viejo hostal, otra vez entristecido.
Vencido de tanto buscar, roto por el cansancio y la resignación, regresaba a su guarida por los barrios viejos. Las luces de los anuncios publicitarios se encendían y apagaban en medio de un mundo enloquecido y artificial. Una hamburguesería, una champanería, otra esquina, un sex-shop y un frívolo burdel.
Milagroso y amargo instante. Por fin la vió, pero, quién lo iba a imaginar. Allí estaba esa joven que rompió con él hace cuatro años. Allí estaba con esas provocativas ropas que volvían loco a cualquiera y seducían a un muerto. Allí estaba, segura y desafiante, agasajada por un desconocido acompañante que la cortejaba como cliente.
Ese idílico amor por el que tanto suspiraba desapareció por callejuelas y reflectantes calles en busca de trabajo. Ese viejo amor, evaporado y diluido, borrado para siempre.
Placer, dinero y olvido.
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor. Juan José Torres

lunes, 14 de diciembre de 2009

LOS PRIMEROS COPOS

No pensaba entrar hoy en el blog cuando un hecho imprevisto me ha hecho cambiar de idea. Al levantarme he observado desde el mirador de mis ventanas, con la ilusión de quien retrocede decenas de años, caer copos de nieve. No pretendo ser el hombre del tiempo pero resulta tan poco frecuente por aquí que necesitaba inmortalizar el acto, fotografiarlo en directo y recoger, este acontecimiento, en el blog.
Son pequeños copos que sé no van a cuajar, porque caen sobre mojado. Aún así son lo suficientemente hermosos y visibles para volverme a hechizar. Y mientras ahora escribo miro de reojo para seguir disfrutando del suceso. Probablemente si viviera en el norte no me llamaría tanto la atención, pero en estos lares... ¡Qúé bonita es la nieve! Mientras no haga daño claro.
Me he referido a su hechizo porque creo que, junto al fuego, son elementos naturales que seducen tanto que llegan incluso a hipnotizar. Tanto los niños, que la disfrutan, como los adultos, que nos atrapa, quedamos encandilados con la combustión del fuego y el misterio de la nieve. Agua blanca que va cubriendo, como un manto, las copas de los árboles y los tejados de las casas.
Dicen que año de nieve año de bienes. Pues con la que cae con la crisis ojala sea un buen augurio esta primera aparición. No son estas letras mi texto navideño. La semana que viene os desearé, como se merece y os merecéis, mi mensaje de navidad cargado de buenas intenciones. Mientras tanto, dejadme seguir disfrutando del espectáculo mientras dure, pues ya sabéis que todo lo que empieza acaba, y más lo bueno.
Y mientras la sigo observando, la mirada de mis ojos se hace más tierna y más inocente, como antaño, como cuando era un crío. Copos blancos llenos de magia. Si la véis por ahí, dejarla caer, y si podéis, abrazarla, saborearla, quererla. Pero no os resbaléis por Dios.
Y para la escena que ahora contemplo absorto y renacido os propongo una pieza musical encantadora, como la nieve.

viernes, 11 de diciembre de 2009

GRACIAS

Gracias a las abuelas, porque en condiciones de vida durísimas, y sin apenas recursos, alimentaron bocas y reinventaron los milagros.
Gracias a las madres, porque en su afán de educar a base de instinto, protegen y sobreprotegen por amor hasta el infinito, aun a pesar de que intuyan equivocarse.
Gracias a las amistades leales que arropan en los momentos difíciles, que son los momentos desnudos donde las almas se muestran ligeras de equipajes falsos e interesados.
Gracias a las cuñadas que dicen las cosas con sincera prudencia, aunque a veces no gusten las verdades.
Gracias a las personas que, sin conocerlas, te ayudan a levantarte del apeadero para proseguir tu camino.
Gracias a las primeras novias, porque conocimos de cerca la duda, las novedosas timideces y las primaveras prolongadas.
Gracias a la antigua amante, porque las pupilas se encendían en la oscuridad de los rincones oscuros y prohibidos.
Gracias a la compañera de viaje, porque con ella se aprende el verbo convivir; que es todo lo bueno y lo malo, la realidad y la ficción, el llanto y el suspiro, envejecer y renacer.
Gracias a los hijos y a las hijas que, aunque alcen el vuelo siempre regresan al nido, aunque ya esté marchito, y son permanente flor de esperanza en los negros horizontes.
Gracias a los padres y madres por asumir esa responsabilidad aventurera, aun sabiendo que los hijos suponen una condena de alegrías y desazones de por vida.
Gracias a las mujeres que adoptan hijos sin cordón umbilical, porque consuelan los huecos de sus vidas y salvaguardan soledades eternas.
Gracias a los que os asomáis por El Diván del Desencanto, porque me espanta el desánimo cuando cunde y rebrotan mis sentidos.
Gracias a ellas, gracias a ellos, gracias a vosotros, gracias a tí.

jueves, 10 de diciembre de 2009

LA DISCULPA

Después de treinta y tantos escritos en este blog, que también es tuyo porque es para tí, he hecho autocrítica y también he consultado con personas cercanas. Lo de la autocrítica debe uno aplicársela siempre que pueda, y consultar las cosas a personas cercanas es conveniente.
Explicado esto he llegado a la conclusión que el formato es horrible y estoy esperando que vengan en navidades seres que quiero y que prometieron mejorarlo. Por más que intento escribir con las correspondientes separaciones y una buena estructura del texto al "Publicar entrada" aparece el escrito comprimido y sin espacios, problema que procuraré subsanarlo.
También he comprobado que personas que desean hacer algún comentario no pueden acceder para realizarlo. Otro problema añadido que espero, en el futuro, pueda resolver con dignidad.
Respecto a los textos me han hecho saber que no es conveniente publicarlos a diario, cinco por semana. Asumo que la gente tiene muchísimas ocupaciones y demasiados problemas para que puedan leerme todos los días. Y también sé que hay textos muy densos que no son fáciles de digerir.
Aunque comento sobre la vida misma y de las cosas cotidianas no dejan de ser reflexiones que a mí me valen y, quizás, a otras personas puedan servir. Y si no tampoco pasa nada. Procuro sugerir música agradable que a mí me gusta y os facilito el enlace. Yo escribiría todos los días porque necesito soltar mis cosas, pero entiendo que hay quienes no pueden seguir el ritmo y luego cuesta remontar al principio de los orígenes del blog. No todos tienen la misma disponibilidad.
De manera que, padeciendo problemas técnicos y de diseño, con la dificultad que alguien tiene en acceder a los comentarios y la incómoda lectura de algunos textos he optado por dosificar. Dicen que más vale poco y bueno que mucho y apretujado. Así que, hasta que no pueda ser, apareceré por aquí una o dos veces por semana, comprometiéndome eso sí, en mejorar la calidad técnica de este blog, que insisto es también vuestro. Porque, ¿para quién si no escribe uno?

viernes, 4 de diciembre de 2009

LOS AMANTES

En tanto la vida disfruta de su frenética espiral de ritmos y locuras, dos seres se aman y gozan en la penumbra de una habitación. Esta noche, el habitáculo es su refugio y fortaleza lejos del anárquico discurrir del tiempo. Tan sólo una vela prendida, haciendo frente a la oscuridad, será la única testigo para tan deseado encuentro.
Retorcidos los cuerpos en el lecho dibujan, con sus sombras, siluetas de piernas y brazos amagados, abrasados y enlazados bajo el instinto del deseo. Resuenan los besos y las palabras de amor se pierden por los rincones, susurros que dan paso a los gemidos y a los suspiros que enloquecen los ecos.
Se mezclan los sudores, se confunden los olores, se aspiran, se respiran, se beben el aliento y se comen las miradas. Sólo pretenden en este instante que no acabe nunca el momento. Inmortalizar la escena, la pasión, la entrega y el deseo.
Las manos se tantean y se buscan. Los poros se acarician, los labios se abrasan encendidos, las lenguas se absorben y los sexos se iluminan y se apagan en su proceso natural. Los gritos y sollozos asoman por la boca del orgasmo.
La vela consume su pálida luz, los cuerpos cansados de amantes -extasiados por el gozo-, terminan encadenados. Cada pierna, cada brazo, cada cadera como un eslabón inseparable.
La respiración, antes acelerada, se normaliza. Los últimos besos, las finales palabras de amor y gratitud quedan ya sofocadas y cubiertas por una manta.
En la oscuridad duermen ya, plácidamente, dos seres enamorados y locamente deseados. Fuera, tras las ventanas, las luces de las farolas siguen observando el bullicio inagotable de los indomables trasnochados.
Y mientras, la vida loca y absurda, sigue dando vueltas de carrusel a su círculo de hojalata y sin síntomas de cansancio.
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor: Juan José Torres

jueves, 3 de diciembre de 2009

LA INTENCIÓN

En esta vida los individuos nos interrelacionamos, y nos movemos, gesticulamos, manifestamos y hablamos expresando siempre intenciones. Un saludo puede ser cordial o frío, una conversación encantadora o desagradable. Depende todo de las intenciones del emisor y del grado de asimilación y respuesta del receptor.
Toda intencionalidad, ya sea voluntaria o irreflexiva, lleva intrínseca un objetivo, y las intenciones de cada cual pueden obedecer a una motivación social o un simple gesto silencioso cargado de privacidad. Tras cada acción se esconde siempre una intención. Intenciones agradables, otras ofensivas, las que pretenden beneficiar a los demás o aquellas que se encaminan a causar daño.
Pero todo esto no es así de simple. A veces una acción lleva consigo una intencionalidad positiva e involuntariamente se transforma, a saber por qué y cómo, en una acción negativa y ofensiva hacia alguien. En ocasiones sin embargo, alguien procede un hermoso gesto para enaltecer su propio ego.
Hace años me llamó la atención cómo resuelve la filosofía budista este dilema. Y quede claro que no soy budista ni muchas más cosas. Los budistas creen firmemente en el karma. Y según defienden sus tesis, en la vida de cada uno se van acumulando acciones positivas y otras negativas. Cuanto más de positivas tengas antes y mejor será la reencarnación en la que creen ciegamente. Si has acumulado más negatividad peor será tu futuro tras el más allá.
Estas premisas se asemejan mucho a la doctrina católica y a otras religiones. Al final de la vida la balanza del que imparte justicia dictará sentencia. Cielo o infierno, descanso eterno o a vagar como espíritus sin destino conocido.
Pues bien. Según los budistas una persona puede hacer el bien y acumular karma negativo o por el contrario, causar un mal y acumular karma positivo. Y el secreto está en la intencionalidad de dichas acciones, no en la acción en sí. Pongamos un ejemplo.
Dos personas dan una limosna a un mendigo. Una aporta más dinero y ante multitud de testigos, la otra ofrece menos cuantía y sin que nadie presencie la obra caritativa. Las dos acciones son positivas y harán un poco menos desgraciado al mendigo. Pero, ¿la intención es la misma? ¿ el primer personaje ayuda por solidaridad o por ostentación? ¿Da su dinero por alimentar a un pobre altruístamente o porque los presentes van hablar maravillas de este hombre? Está claro que el gesto del segundo queda fuera de toda duda, pues ayuda en la privacidad.
Este sencillísimo ejemplo debería hacernos reflexionar. Tras una acción se esconde una intención. Se puede causar daño sin querer y puede quedarse alguien en ridículo por muy buena acción que haga. Porque en el transfondo de los gestos subyace la voluntariedad o involuntariedad, y las correctas o engañosas intenciones.
Así que actuemos en consecuencia y siempre de buena fe. O si no se nos verá, tarde o temprano, el plumero.
El enlace musical que propongo es el tema "Laura" de Lluís Llach, uno de mis músicos preferidos. La canción va dedicada a Laura Almerich, una de sus incondicionales guitarristas. Ella no quería pero, embargada por la emoción, destroza el tema en su última parte. Cómo no la vamos a perdonar, si ella nunca tuvo la intención. Y qué final más tierno.
Música sugerida: LAURA. Lluís Llach.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

LA DUDA

La vida nos depara, a la vuelta de cada esquina, unos imprevistos interrogantes. Nos asalta continuamente con miles de cuestiones, muchas de ellas superfluas, que nos hacen dudar. Y cuanto más dudas más indefensos nos sentimos. Acudimos entonces al confesor, al picoanalista, al amigo más íntimo, a la mejor de las confidentes. Ante cualquier conflicto nos sobresalta la duda. Un despido, procedente o no, una oferta de trabajo, un cambio de planes, el destino de unas vacaciones, la solución de un problema, la expectativa incierta.
Nos invade entonces ese gusanillo que nos revolica las entrañas y vamos desojando la famosa margarita y evaluando pros y contras antes de una decisión. Cualquiera que sea. A mayor envergadura más desasosiego y a más frivolidad el misterio del suspense se convierte en una benévola tranquilidad.
No existen dudas al elegir entre la vida o la muerte, la salud o la enfermedad, la integridad física o el peligro, la posesión o la pérdida, la felicidad o la desgracia. El resto es un mar de dudas.
En general todos y todas padecemos esta indescriptible angustia cuando nos acecha una decisión que tomar, y no puede tomarse a la ligera. Y a mayor premura más nerviosismo. Siempre aparecen esas personas impecables, frías y calculadoras, que aparentan que las cosas, y sus dudas, no van con ellas, como que no les afecta. Desprenden una seguridad tal que, sea cualquiera la opción que elijan, da la impresión que siempre aciertan. Y no es del todo así. Hasta esas personas impermeables consultan con su almohada por las noches.
Cualquier decisión despeja una duda y entonces se cierra una puerta o se abre una ventana y nos preguntamos si ese cerrar o abrir, si ese no o ese sí es bueno o malo, si es correcto o incorrecto, si nos beneficia o perjudica. Sea lo que sea y pase lo que pase la decisión ya está tomada y ya no se puede volver atrás. Y aun cuando decidimos todavía nos invade la duda. ¿Acerté? ¿Elegí lo adecuado? ¿Y si hubiese dicho no, o sí? ¿Qué hubiera pasado si...? ¿Estaría mejor? ¿Estaría peor?
Queda claro que al no ser posible elegir al mismo tiempo varias opciones, sino sólamente una, sobran las demás preguntas. Equivocados o no tomamos una decisión y punto. Podremos luego arrepentirnos o vanagloriarnos. Pero cada elección es una respuesta y cada respuesta un seguir y continuar. Un camino interminable donde nos seguirán lloviendo las dudas y no por mayor edad disminuyen. Las dudas nos acompañarán siempre, pues tampoco conocen fronteras ni edades.
Los muy indecisos no tomarán jamás su propia opción. Alguien decidirá por ellos. Y muy a pesar de sopesar y elegir bien siempre nos volveremos a equivocar, pues es cierto que el ser humano es el único animal que tropieza, casi siempre, en la misma piedra. Así que, decidáis lo que decidáis, optemos por lo que elijamos, siempre será la decisión políticamente más correcta. Aunque volvamos a desacertar. Habrá quienes entonces disimulen, quienes quieran engañarse o engañarnos, quienes digan que ellos nunca se fallan.
Da igual. Si elegiste mal no te atormentes. Quizás no puedas rectificar y puede que no tengas una segunda oportunidad. No importa. Elegiste una puerta que siempre es un misterio, abrazaste una duda aún sin resolver, pero camina con entusiasmo a pesar de todo. Porque más que el final del recorrido son las etapas diarias las que más vale la pena caminar. Y en cada paso que camines se alzará otra pregunta sin destino y otra puerta entornada. Camina. Camina y vive.

martes, 1 de diciembre de 2009

SI TE DICEN TE QUIERO

¿Cuándo te han dicho un "te quiero" la última vez? ¿Te lo han dicho alguna vez? ¿Te lo han dicho muchas veces? ¿Hace quince días? ¿La semana pasada? ¿Sólo un minuto tal vez?


Satisface revivir estas dos palabras, si es que son realmente sinceras y profundas. Lamentablemente, muchas veces se utilizan como pañuelos de papel. En demasiadas ocasiones se gastan como autómata rutina, mecánicamente y sin apenas sentir el significado. Se pronuncian como un anuncio.
Ese sublime mensaje, tan tierno y hermoso, se ha estandarizado mucho, hasta el punto de perder toda su esencia y valor. Pero si son conscientes para el que las regala, si es receptiva la persona a la que se dirige, son vocablos que se inmortalizan y nunca pasa el tiempo. Permanecen aleteando en los oídos. Si te lo dicen de corazón muchas veces, alégrate, porque es de las cosas más bonitas que le puede suceder a alguien. Si te lo dicen poco saboréalo, pero reclamálo más veces.
Sé perfectamente que son dos palabras, una declaración de intenciones. Que son los gestos y las acciones quienes deben hablar por ellas. Y si eso es así el mejor cóctel de acompañamiento es el pronunciarlas, invitando a un beso.
Si te has reprimido de vez en cuando en soltar esa magia, en decir esas palabras, no te cortes y hazlo pronto. No sé a qué esperas.
Reclamémos estas dulces palabras. Llegará un día que, por cualquier circunstancia, ya no las pronunciemos o no las oigamos, y tengamos que esperar otra oportunidad. Y hay veces que no hay ni segundas ni terceras oportunidades.
Si te dicen "Te Quiero" bajito, bajito, casi susurrando al oído, imagínatelo GRANDE, como si fueran unas palabras muy altas y hermosas, escritas en MAYÚSCULA.
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor: Juan José Torres