lunes, 16 de mayo de 2011

EUFEMISMOS INFANTILES

Hay un dicho común que dice "al pan, pan y al vino, vino". Y esto es así cuando queremos hablar las cosas por su nombre, sin rodeos, sin tapujos, sin eufemismos. Cuando rozamos la barrera de invadir la sensibilidad ajena procuramos endulzar la noticia, minimizar el impacto, aderezar la tristeza.


Los cuentos infantiles tienen mucho que decir al respecto. Se inicia la historia, se presenta a los personajes, los buenos e inocentes, con los que el niño se identifica desde el principio, y los malos, a los que el niño no quiere ni ver. Toda trama se parece. El malo va a hacer algo que no conviene, algo terrible. El bueno tiene que salir airoso, pues mal cuento sería si no acabara bien. Al final todo se arregla y muchos se enamoraron, se casaron, comieron perdices y fueron felices.


Pero en la vida real, la de carne y hueso, parece que les contemos cuentos a los niños eternamente, cuando en la verdad cotidiana no todo acaba bien, y existe la enfermedad, la muerte, la mentira despiadada y la crueldad suprema.


Parece que a los más pequeños se les priva del sufrimiento argumentando que no existe. Se les protege en una urna de cristal, ¿hasta cuándo?


Al igual que se les transmite las cosas buenas con alegría habría también que contarles las cosas malas con tristeza. Sólo así aprenderán a sobrevivir. No se traumatiza a un niño por contarle la verdad, se le daña contarle historias que no son ciertas.


Lo que sí es siempre necesario es adaptar un lenguaje propicio para su entendimiento. Nada más. Así que las magias, las justas; las ilusiones, las necesarias; los ábrete sésamo, muy poquitas veces y los abracadabra son prescindibles.


Porque si no es así los infantiles seremos los adultos, y los niños, cuando sean adolescentes, nos preguntarán por qué dijimos tantas tonterías.


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