miércoles, 21 de septiembre de 2011

A ÉSTE LE PUEDO

Por estos lugares donde vivo existe un vocablo un poco peculiar. Así que es normal, cuando es hora de elegir amistades, la frase “yo te ajunto” y si se rechaza a alguien por un desencuentro o experiencia desagradable “ya no te ajunto”. Bueno, esto era así antes, en los tiempos de mi infancia, porque como casi todo, incluidas las formas de hablar, se van perdiendo y olvidando los orígenes y las usanzas.

También era normal, como en cualquier sitio donde los niños se pelean por travesuras propias de la edad, el medir las fuerzas propias y las del potencial rival. De modo que recuerdo la frase “a éste le puedo”, palabras pretenciosas que declaraban que uno, si se peleaba con fulanico, iba a ganar el envite. Sin embargo si el de enfrente era superior en fuerza o maña se solía decir “yo con éste no, que me puede”.

Difícil era aceptar un reto de provocación con alguien similar en fuerzas, porque el acabar malparado uno o el otro era tan caprichoso como una lotería. Si el contrincante era más fuerte cualquiera lo evitaba, por sentido común. Si era inferior se asumía victorioso el desafío, pues cómo va uno a quedar mal ante alguien más débil que nosotros.

Ocurría a veces que habiendo embestido al niño inferior aparecía más tarde el hermano mayor, o el primo, el tío o hasta el padre. Circunstancias mayores que a cualquiera le provocaba un instantáneo cólico y salía del lugar por piernas.

Esto pasa todos los días desde que la Historia se escribió con mayúsculas. Países que colonizaban a otros más débiles, naciones que asumían su franca inferioridad, conflictos armados con objetivos conquistadores, de los más poderosos a los más desalmados. Y la historia se repite lustro tras lustro, siglo tras siglo, sin avanzar nada en el civismo, la libertad y la sensatez.

Yo, pase lo que pase os voy a ajuntar y en mi vocabulario desterré el término con éste puedo. No se trata de enseñar las uñas, ni los dientes, ni la mordaza a nadie. Nadie es diferente por su color de piel, ni por ser más pobre, ni por amar de forma distinta a la mía, ni por creencias lejanas. ¿Para qué sirven las garras ni no es para hacer daño? ¿Y para qué sirve el daño si un día nos lo pueden hacer a nosotros?

Yo no quiero poder con nadie, ni vencer, ni derrotar, ni robar, ni dominar. Yo no necesito nada, tan sólo sinceras amistades. ¿Me ajuntáis?

Música sugerida: DON´T EXPLAIN. Nina Simone

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