lunes, 22 de febrero de 2010

DE SUEÑOS Y DESEOS

Decía Calderón de la Barca que los sueños...sueños son. Mientras tanto los genios de los cuentos y también en infinidad de chistes, cuando aparecen de sorpresa al desdichado le pide un solo deseo. Los sueños, también los deseos, son necesarios y hasta legítimos. Dicen por ahí que quien no sueña no vive, pero vivir siempre soñando y esperar su cumplimiento nos aleja de la relidad y del suelo, quedando sujeto a un frágil alambre.
Yo diría que el sueño es libre, el capricho de lo que un día comenté sobre el inconsciente. El deseo en cambio nace de nuestra voluntad y reclama esperanza. En todo caso todos soñamos y deseamos siempre algo. El cojo que ande, el ciego que vea, el hambriento que coma, el desempleado que encuentre un trabajo, el inversor que gane más, el enfermo que recupere la salud, el vendedor que venda y el solitario que encuentre su media naranja, o que la reeencuentre.
Pero vivir soñando siempre adormece y estar deseando siempre obsesiona e intranquiliza. Por lo tanto soñemos y deseemos pero sin agobios porque el verdadero sueño está en nosotros. No reparamos nunca en ello pero cada día tiene quince, dieciséis horas para fabricar esperanzas y para ser nosotros mismos un sueño para otros. No esperemos tanto, que el agricultor mira al cielo suplicando lluvia y un día el diluvio anega sus tierras.
Soñemos sí. Deseemos, también. Pero piensa que tú ya eres un regalo real, más que un sueño fantástico y a veces inalcanzable. Desempapela el envoltorio, destapa esa caja de esencias escondidas y mírala bien. Es tuya porque eres tú. Regálala, regálate. Expande tus sueños para compartirlos y serán los sueños de los otros.
Porque el sueño no está fuera. Eres tú. Y el deseo no se alcanza, lo tienes en tus manos. Búscalo. Y si lo encuentras, no te lo quedes para tí, se volverá a ir a otra parte. Así lo quiso el genio. Porque si las esperanzas no son compartidas, ¿para qué sirven entonces?

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