La vida da motivos, con mucha frecuencia, para llorar. Es una cualidad nada recomendada pero que está a la orden del día. No es recomendable su origen, el del llanto, pero cuando se produce el motivo cuánto queda de mal su disimulo.
La cultura imperante siempre ha puesto en cuestión el llanto del hombre. Recuerdo, en los años de la infancia, innumerables comentarios al respecto y procedentes bien de la familia, de la familia de otros, de los amigos y de la sociedad en general.
Sólo lloran las mujeres, nos decían. Los hombres no lo hacen, o no deberían y en el caso inevitable deben hacerlo a escondidas. Es un signo de debilidad. Si aspiras a ser un hombre reprime las lágrimas, asunto sólo reservado a la mujer.
Esta mayúscula tontería no sólamente la he oído mil veces. Me la han dicho centenares de ocasiones. Y es algo que nunca entendí. Si el motivo es suficiente, ¿por qué tragarse las lágrimas en un reservado? ¿Por qué la mujer sí y el hombre no?
Hay lugares en el mundo donde el pretexto es crónico y el motivo cotidiano, sin embargo no lloran porque se les secaron los ojos y porque nadie les va a escuchar ni atender. Pero el que un hombre o adolescente que aspire a ser hombre no llore o no pueda llorar me parece una sandez.
Yo prefiero a los hombres que lloran. Tampoco es que me gusten los quejicas que utilizan su victimismo y su papel de mártir para ser el centro de atención. Pero valoro la sinceridad cuando ésta se manifiesta. Y si hay que llorar, se llora. Por eso me agradan los hombres sensibles, dulces, sinceros... Y me gustan las mujeres inteligentes cuyo atractivo radica más en su personalidad y en su carácter que en la belleza física.
Porque el encanto está en la naturalidad. Las etiquetas y los corchés acuñan tanto a las personas que las inutilizan. Y cuando haya que reír se ríe y cuando haya que llorar se llora. Así de simple. Así de hermoso. Así es la vida. Lo contrario es hacerle un guiño a lo artificial.
Aprovecho este comentario para hacerle un guiño, desde aquí, a Stefi, esa porteña bonaerense a la que adoro desde la distancia y que ríe, llora, siente y palpita todas las horas del día.
Sé que da vergüenza. Pero amigos míos, no reprimáis el llanto. Detrás del dolor o la alegría que lo produce se esconde el alma. Esa alma tan desnuda y más libre en su vuelo que las aves.
Música sugerida: MORNING HAS BROKEN. Cat Stevens.
La cultura imperante siempre ha puesto en cuestión el llanto del hombre. Recuerdo, en los años de la infancia, innumerables comentarios al respecto y procedentes bien de la familia, de la familia de otros, de los amigos y de la sociedad en general.
Sólo lloran las mujeres, nos decían. Los hombres no lo hacen, o no deberían y en el caso inevitable deben hacerlo a escondidas. Es un signo de debilidad. Si aspiras a ser un hombre reprime las lágrimas, asunto sólo reservado a la mujer.
Esta mayúscula tontería no sólamente la he oído mil veces. Me la han dicho centenares de ocasiones. Y es algo que nunca entendí. Si el motivo es suficiente, ¿por qué tragarse las lágrimas en un reservado? ¿Por qué la mujer sí y el hombre no?
Hay lugares en el mundo donde el pretexto es crónico y el motivo cotidiano, sin embargo no lloran porque se les secaron los ojos y porque nadie les va a escuchar ni atender. Pero el que un hombre o adolescente que aspire a ser hombre no llore o no pueda llorar me parece una sandez.
Yo prefiero a los hombres que lloran. Tampoco es que me gusten los quejicas que utilizan su victimismo y su papel de mártir para ser el centro de atención. Pero valoro la sinceridad cuando ésta se manifiesta. Y si hay que llorar, se llora. Por eso me agradan los hombres sensibles, dulces, sinceros... Y me gustan las mujeres inteligentes cuyo atractivo radica más en su personalidad y en su carácter que en la belleza física.
Porque el encanto está en la naturalidad. Las etiquetas y los corchés acuñan tanto a las personas que las inutilizan. Y cuando haya que reír se ríe y cuando haya que llorar se llora. Así de simple. Así de hermoso. Así es la vida. Lo contrario es hacerle un guiño a lo artificial.
Aprovecho este comentario para hacerle un guiño, desde aquí, a Stefi, esa porteña bonaerense a la que adoro desde la distancia y que ríe, llora, siente y palpita todas las horas del día.
Sé que da vergüenza. Pero amigos míos, no reprimáis el llanto. Detrás del dolor o la alegría que lo produce se esconde el alma. Esa alma tan desnuda y más libre en su vuelo que las aves.
Música sugerida: MORNING HAS BROKEN. Cat Stevens.
Estoy totalmente de acuerdo, sólo puedo añadir el verso de benedetti, son macanas ( mentiras en uruguayo) que los hombres no lloran aqui lloramos todos, porque es mejor que traicionar, llora pero no olvides.( del poema de benedetti hombre preso mira a su hijo).
ResponderEliminarcoincido en todo, juanjo. sobre todo en eso de no reprimir el llanto. justo lo pensaba hoy, cuando volvía en coche con mi papá y se vino una tormenta que asoló a buenos aires. la lluvia es el llanto del cielo, también. y me uno al comentario anterior al mío, al añadir a mario benedetti, que es un llanto recitado, con mucha emoción y amor. un abrazo.
ResponderEliminarStefi.