viernes, 3 de diciembre de 2010

PASO DE CEBRA

Puede que el más famoso de todos ellos sea el célebre Abbey Road que inmortalizaron The Beatles. Todo el mundo sabe que es utilizado por los peatones para cruzar de una acera a otra. Y todos sabemos que no siempre se respeta, sobre todo aquellos que no estén controlados por los semáforos.

Hay personas que parece que quieran suicidarse en tan escasos metros procurando acceder a la otra parte. No hay que ser tan intrépidos porque, quién sabe, no conocemos a los conductores, ni en qué estado van de confianza, ni siquiera las prisas que llevan.

Y ante tanta duda, esperemos y crucemos con la mejor de las prudencias, por mucho que el derecho nos ampare. Las indemnizaciones siempre llegan tarde si es que llegan, pero que nadie dude que es mejor no recibirlas nunca si el precio es quedar muerto o lisiado.

Partiendo que hay que armarse de paciencia no hay nunca que exacerbarse con los irrespetuosos que pasan de nosotros. Posiblemente acentuémos su estado de aceleración. Más vale avisar con tiempo, como cuando alguien llama al taxi desde el arcén o la acera, sin jugársela, y pasar con la tranquilidad conseguida.

Yo no sé qué códigos se establecen socialmente. Pero, en lo que a mí concierne, confieso que cuando para el vehículo para cederme el paso al que tengo derecho, me lo tomo como un cumplido. Tal es así que miro fijamente al conductor o conductora, esbozo una cómplice sonrisa, y aún sabiendo que es imposible que me oiga, le doy las gracias.

Yo me siento bien así y a buen seguro que el viandante del coche también lo agradece. Gestos que por su simpleza, porque no cuestan absolutamente nada, porque forman parte de nuestra vida diaria, satisfacen a ambas partes.

A uno le reafirma el gusto a la educación y desde el otro lado que lo acoge se puede recibir el agradecimiento como una palmadita en la espalda.

Y, seguro que sí, se sentirá tan apreciado por lo inusual que parará en todos los pasos de cebra que se encuentre al paso, aunque cunda la prisa.

Hay detalles que humanizan las calles, pertenecientes a los territorios helados. Demos pues una tregua, un calor gratuito y un margen de esperanza.

Un ademán de buena voluntad y unas gracias leídas en los labios bien merecen una oportunidad.

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