domingo, 4 de julio de 2010

¿QUÉ SON TREINTA Y DOS AÑOS?

A Joan y Odette les conocí hace treinta y dos años en la virgen y despoblada isla de Ibiza y de forma bastante casual. Al segundo día del encuentro ya íbamos a todas partes juntos y con sus pequeños niños a cuestas. Llaman a esa rápida relación feeling o más caseramente química. A mí lo de las terminologías no me acaba de seducir lo suficiente.

El caso es que resultó desde entonces una amistad bastante desafiante, porque han transcurrido más de treinta años y nos hemos visto media docena de veces. Sin embargo y aquí se encuentra el misterioso milagro, el afecto no se ha diluido, sino todo lo contrario.

Y esta relación confirma mis sospechas, pues lo normal es que la distancia geográfica fabrique una neblina de recuerdos que testifiquen el olvido; pero ocurre, como en éste caso, que por más lejanía que exista y por escasos encuentros que inventemos nada entre nosotros se ha perdido.

Más al contrario nos pasa como si nada hubiese cambiado, ni hubiéramos envejecido, ni nadie nos hubiese alterado. Nos reímos con las mismas cosas de entonces y no se sabe por qué, cambiamos de tuerca y nos volvemos de nuevo adolescentes, mirando hacia el frente pero girando la cabeza hacia atrás, alimentándonos de lo que fuímos y reconociéndonos lo que ahora somos, recuperando sonrisas y también lágrimas, desempolvando recuerdos y haciendo cuentas de nuestros próximos abrazos.

Ibiza, Barcelona, Roses, llamadas telefónicas, correos, tarjetas de navidad. Tan distantes y tan cerca.

Porque no es la distancia la excusa del olvido cuando se quiere a alguien de verdad. Podrían pasar siglos, viéndonos tan poco, que nada quebrantaría esa vieja lealtad de quien se siente bien recordado y encariñado.

Por eso quiero dedicar mi blog de hoy a esa pareja, vieja en los recuerdos y joven en mi alma, para que me sigan sirviendo de ejemplo, para que no se me olvide que muchas veces la distancia es más larga a medio metro de distancia, para que sigan siendo como son, reivindicando esa palabra tan lejana y cercana a la extinción que se pronuncia amistad.

Porque gente como vosotros hacéis, un poquito mejor, un mundo ya de por sí insolidario, triste y adicto al streés, al olvido y al cansancio.

Gracias, por todo esto y mucho más, Joan y Odette.

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