Desde hace un tiempo a esta parte se impone la mentira, el triunfo a cualquier precio, el enriquecimiento con saña, la estupidez salpicada de ignorancia, la frivolidad y la tontería.
A quienes viven, sienten y sueñan con esto no les preguntes nunca quién era Saramago, pues su confusión les dejará mudos; no interrogarles jamás sobre Vicente Ferrer, lo mismo contestan que era un domador; no se os ocurra nombrar a Julio Cortázar, pensarán que era un banquero; no acosarles con los acuerdos de Kyoto, creerán que es un ministro japonés; no preguntarles sobre la ablación o la lapidación, no sea que estén convencidos que son oraciones en las lápidas del cementerio.
A quienes viven, sienten y sueñan con esto no les preguntes nunca quién era Saramago, pues su confusión les dejará mudos; no interrogarles jamás sobre Vicente Ferrer, lo mismo contestan que era un domador; no se os ocurra nombrar a Julio Cortázar, pensarán que era un banquero; no acosarles con los acuerdos de Kyoto, creerán que es un ministro japonés; no preguntarles sobre la ablación o la lapidación, no sea que estén convencidos que son oraciones en las lápidas del cementerio.
¡Qué triste y desolador me resulta todo esto! La honradez, la honestidad, el compañerismo y la generosidad desinteresada no tienen cabida en esta sociedad y cada vez tienen menos futuro. Amig@s del blog, creo que nos tildan de marcianos, anticuados, románticos, utópicos y soñadores, y ya se sabe, los sueños no dan de comer. Pero no pienso perder la esperanza. Hoy, más que nunca, hay que rescatar esos valores perdidos en los olvidos.
Tardé años en comprender las palabras de mi padre cuando era yo un niño. Su sabia simpleza todavía me reconforta, porque me hablaba de nobleza, no la aristocrática, de no meter la mano nunca en aquello que no fuese mío, tan sólo si fuese necesario para comer, decir la verdad siempre, aunque duela, y que el engaño es siempre traición y la sinceridad nos hace más fuertes.
El respeto, lo primero; ser educado, obligatorio; la crítica, con argumentos; la negación, con alternativas; el abrazo, sin condiciones; la lealtad, aconsejable y la amistad, un regalo que no hay que perder.
Me acuerdo de sus consejos. Ahora sé que aquellas palabras, cosas sagradas y pequeñas, guardaban un enorme tesoro. Aún me acuerdo. Y por eso sé que hay que recuperar esos valores perdidos. Recuperarlos, blindarlos y extenderlos como una bendita y solidaria epidemia.
¡Qué cosas más pequeñas son esos valores!, que de tan pequeños y sencillos, que de tan mágicos y esperanzadores, se pierden por los caminos.
Música sugerida: COISAS PEQUENAS. Madredeus
"La mentira, el triunfo a cualquier precio, el enriquecimiento con saña, la estupidez salpicada de ignorancia, la frivolidad y la tontería" unas por suponer actitudes comodonas y otras por hacer más ruído y crear indignación parecen ser más abundantes en proporción directa al énfasis personal por intentar hacer las cosas bien y ser buenas personas, pero más temprano que tarde uno acaba rodeado, sintiéndose querido y relacionándose con las personas bondadosas que aprecian esos valores que nombras en la segunda parte del texto. Esa debe ser la esperanza dentro del desencanto del que no se resigna.
ResponderEliminarQue pases buenas vacaciones.
Javi
Acabo de descubrir este blog, ¡ que alegria saber que alguien mas piensa como unos pocos conocidos ¡ hay que seguir adelante la gota de agua (en teoria sin fuerza ) acaba horadando la piedra mas resistente
ResponderEliminarAnimo y adelante
Isabel