viernes, 4 de diciembre de 2009

LOS AMANTES

En tanto la vida disfruta de su frenética espiral de ritmos y locuras, dos seres se aman y gozan en la penumbra de una habitación. Esta noche, el habitáculo es su refugio y fortaleza lejos del anárquico discurrir del tiempo. Tan sólo una vela prendida, haciendo frente a la oscuridad, será la única testigo para tan deseado encuentro.
Retorcidos los cuerpos en el lecho dibujan, con sus sombras, siluetas de piernas y brazos amagados, abrasados y enlazados bajo el instinto del deseo. Resuenan los besos y las palabras de amor se pierden por los rincones, susurros que dan paso a los gemidos y a los suspiros que enloquecen los ecos.
Se mezclan los sudores, se confunden los olores, se aspiran, se respiran, se beben el aliento y se comen las miradas. Sólo pretenden en este instante que no acabe nunca el momento. Inmortalizar la escena, la pasión, la entrega y el deseo.
Las manos se tantean y se buscan. Los poros se acarician, los labios se abrasan encendidos, las lenguas se absorben y los sexos se iluminan y se apagan en su proceso natural. Los gritos y sollozos asoman por la boca del orgasmo.
La vela consume su pálida luz, los cuerpos cansados de amantes -extasiados por el gozo-, terminan encadenados. Cada pierna, cada brazo, cada cadera como un eslabón inseparable.
La respiración, antes acelerada, se normaliza. Los últimos besos, las finales palabras de amor y gratitud quedan ya sofocadas y cubiertas por una manta.
En la oscuridad duermen ya, plácidamente, dos seres enamorados y locamente deseados. Fuera, tras las ventanas, las luces de las farolas siguen observando el bullicio inagotable de los indomables trasnochados.
Y mientras, la vida loca y absurda, sigue dando vueltas de carrusel a su círculo de hojalata y sin síntomas de cansancio.
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor: Juan José Torres

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