No pensaba entrar hoy en el blog cuando un hecho imprevisto me ha hecho cambiar de idea. Al levantarme he observado desde el mirador de mis ventanas, con la ilusión de quien retrocede decenas de años, caer copos de nieve. No pretendo ser el hombre del tiempo pero resulta tan poco frecuente por aquí que necesitaba inmortalizar el acto, fotografiarlo en directo y recoger, este acontecimiento, en el blog.
Son pequeños copos que sé no van a cuajar, porque caen sobre mojado. Aún así son lo suficientemente hermosos y visibles para volverme a hechizar. Y mientras ahora escribo miro de reojo para seguir disfrutando del suceso. Probablemente si viviera en el norte no me llamaría tanto la atención, pero en estos lares... ¡Qúé bonita es la nieve! Mientras no haga daño claro.
Me he referido a su hechizo porque creo que, junto al fuego, son elementos naturales que seducen tanto que llegan incluso a hipnotizar. Tanto los niños, que la disfrutan, como los adultos, que nos atrapa, quedamos encandilados con la combustión del fuego y el misterio de la nieve. Agua blanca que va cubriendo, como un manto, las copas de los árboles y los tejados de las casas.
Dicen que año de nieve año de bienes. Pues con la que cae con la crisis ojala sea un buen augurio esta primera aparición. No son estas letras mi texto navideño. La semana que viene os desearé, como se merece y os merecéis, mi mensaje de navidad cargado de buenas intenciones. Mientras tanto, dejadme seguir disfrutando del espectáculo mientras dure, pues ya sabéis que todo lo que empieza acaba, y más lo bueno.
Y mientras la sigo observando, la mirada de mis ojos se hace más tierna y más inocente, como antaño, como cuando era un crío. Copos blancos llenos de magia. Si la véis por ahí, dejarla caer, y si podéis, abrazarla, saborearla, quererla. Pero no os resbaléis por Dios.
Y para la escena que ahora contemplo absorto y renacido os propongo una pieza musical encantadora, como la nieve.
Música sugerida: MÚSICA ANUNCIO BALAY. Alberto Iglesias.
Que envidia, la nieve siempre nos produce una sensación de euforía, ganas de salir a la calle a pasear, jugar con la nieve y sobre todo reir. El silencio que se produce cuando una calle se cubre por la nieve, siempre me ha sobrecogido, todo se amortigua, la verdad, es un regalo precioso, pero claro también hay que decir, que ese regalo es así si tienes donde cobijarte y comer calentito, porque sino, no debe ser ningun espectáculo, más bien será un castigo.
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