lunes, 22 de noviembre de 2010

VENDIDO EL SÁHARA, OLVIDADO EL PUEBLO

Hace muchos años el Sáhara Occidental fue colonia española, como otras del norte africano, Sidi Ifni o Fernando Poo por ejemplo. España, embaucada en litigios bélicos con Marruecos derrotó a sus tropas el año 1860 en la Batalla de Tetuán y, a partir de un tratado con el mismo nombre, se hizo acreedor de la tutoría del Sáhara, ocupación que se llevó a cabo en 1934.

La Marcha Verde protagonizada por los marroquíes con el auspicio de su Rey Hassan II aceleró la retirada de España de la colonia, abandonando los territorios el 1976.

El caso es que poco después Marruecos se hizo con esa árida geografía y los saharauis tuvieron que refugiarse en campamentos de Argelia para no sufrir la ira de las tropas marroquíes. Hace apenas dos semanas El Aaiún, la capital del Sáhara fue triste noticia en los noticiarios. Un campamento de refugiados saharauis fue asaltado por fuerzas de ocupación, expulsaron a periodistas y observadores internacionales y aquí no ha pasado nada. Pobres gentes son las que están cercadas militarmente, formando ghetos como los palestinos en Gaza o los judíos bajo la crueldad nazi.

Lo que más me indigna de todo es la pasividad y la actitud cínica de nuestros gobernantes. Ni una leve condena de los hechos, ni una mísera investigación, ni el mínimo gesto de poner las cosas en su sitio.

Desde hace varias décadas la ONU votó una resolución para que el pueblo saharaui pudiera elegir su propio destino mediante un Referéndum para la Autodeterminación, para su independencia. Basta recordar que son más de un centenar de países los que reconocen ese derecho y la legitimidad de que ese pueblo pueda vivir en paz en su único territorio.

España enmudece, la ONU no dice ni mus y el pueblo reventado y sin futuro. Sin un trozo de arena, el suyo, donde caerse muertos.

Vomito tanta mentira, tanta falsa diplomacia y tanto sufrimiento provocado. Pero la dignidad del pueblo saharaui no está sola. Su fuerza no está en los despachos, ni en los cuarteles, ni siquiera en su nómada destino. Su fuerza está en los corazones de, quienes estando lejos, ni olvidan ni desesperan. ¡Que se haga justicia!

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