sábado, 24 de octubre de 2009

CARTA A MIS HIJAS

Cuando asomaste la cabeza desde el vientre de tu madre cambiaron nuestras vidas. Después de respirar sobre tu buena salud, tras las primeras exploraciones supimos que ya todo iba a ser diferente. Para empezar, al hospital fuimos dos y regresamos a casa tres. A los dos años irrumpió en un nuevo parto la que faltaba, pero no fue una aparición de cabeza, sino enseñando el trasero en un giro retorcido en la última semana. Qué sensaciones tan indescriptibles y qué responsabilidad. Natural, pero agobiante.
Sobre educar a los hijos no existe facultad universitaria ni centros de formación. Nuestras únicas herramientas fueron un amor infinito, contenedores de paciencia concentrada y la intuición. Y ante las dudas sinceridad y ante los problemas naturalidad. Con meses ya crecísteis entre conversaciones y canturreos, entre juegos y sonrisas. Y con meses ya os hacíamos una recopilación fonética sobre los objetos de la casa. Las cosas de la cocina, las del salón, las del cuarto de baño, las de vuestra habitación de juego y cada cosa con su palabra pronunciada, clara y despacio. Por las noches, antes de dormir y después del aseo, el obligado cuento popular o la historia inventada, quedando en ocasiones poco satisfechas y reclamando más a nuestras voces cansadas.
Después de veintidós y veinte años recorréis vuestras vidas casi independientes, lejos de casa. Seguís buscando formación a pesar de vuestras reconocidas dudas en mil cosas, pero, ¡ay hijas mías quién no tiene dudas! Quien no las tenga a cualquier edad o en cualquier época es que es un sabio, y los sabios son como los milagros, que no existen.
Os inculcamos que los hijos son, como los poyuelos, para que vuelen algún día. Sabíamos que no se puede retener, ni retardar egoístamente esa alza, casi definitiva, en descubrir vuestro propio mundo. Y para cuando llegase el momento, que ya llegó, despediros con la entereza suficiente, con unas escondidas lágrimas y el abrazo más hermoso. Y os recordábamos esas letras de ese cantautor catalán que tanto nos gusta: "y si el azar te lleva lejos, que los dioses guarden tu camino, que te acompañen los pájaros, que te acaricien las estrellas... "
Y cuando decidáis regresar libres, porque sois libres, vuestra casa seguirá abierta de par en par, escondidas nuestras lágrimas, controlada la emoción y desempolvando ese viejo y hermoso abrazo. Porque nacísteis para vivir vuestras vidas, no las nuestras ya vividas; nacisteis para redescubrir el mundo y reinventarlo de nuevo; naciesteis para sufrirlo y para mejorarlo en cada gesto, en cada paso utópico pero solidario y a la vez, necesario.
Volar, planear, sembrar. Vuestra tierna vida se abre paso entre los juncos de esta selva enjambrada de histerias y locuras. Aprender en la jungla y aprender a sobrevivir, con esa honestidad que ha sido el principio de nuestra religión agnóstica. Amar, compartir y vivir.
Nosotros, los viejos progenitores, os seguiremos hasta ese fin del mundo, orgullosos, hasta nuestros últimos latidos y hasta donde nos alcance ese rabillo del ojo.
Mil besos y mil hermosos abrazos.

2 comentarios:

  1. ... y no os faltará un plato de caliente en la mesa....
    Me gusta esta carta, la voy a copiar como se deben copiar las buenas ideas.

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  2. No sé si es porque tengo poca imaginación, pero a veces intento imaginarme un pasado mejor al que he tenido y me cuesta mucho, muchísimo. Gracias por todo. Ojalá algún día seamos nosotras capaces de educar así, a vuestra manera.
    Volamos para volver, porque es necesario salir fuera para darse cuenta de que lo importante, lo imprescindible, había estado allí, con nosotras.
    Un abrazo infinito, y que tinguem sort, que malgrat la boira cal caminar.

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