lunes, 26 de octubre de 2009

LA ENTREGA

Disponía ya de una escasa media hora. El tiempo se le venía encima. El parque se iba ensombreciendo por el cierre del día, y conforme la luz natural iba perdiendo intensidad y se hacía más tenue con más ganas apretaba las manos de su hija. No volvería a tocarla, a abrazarla ni a besarla hasta los próximos quince días.


La niña hacía preguntas y preguntas. Su inocencia, su ingenuidad, su ignorancia, su confusión..., salía articuladamente por su boca en dudas continuas de difícil respuesta.


-"Quiero que vengas a verme también mañana".


-"Tendrás que esperar un poco, hija mía".


La niña dejó de hacer preguntas. Él, convertido en mantequilla derretida, lo agradeció. ¡Cómo explicar una situación que no tiene explicación ni solución!


Empezaba a oscurecer. Por las aceras, sorteando calles y esquinas, bajo las farolas y entre la brisa, caminaban hacia una casa, un destino, una entrega.


El plazo concluía. De nuevo se apretaban muy fuertemente las manos. No se atrevían ni a mirarse.


-"Te quiero papá".


-"Yo también te adoro, hija mía".


Las luces de la ciudad se encendían...




Texto de Los Secretos de la Noche


Autor: Juan José Torres

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