Desbordados de viejos recuerdos, olvidados muchos más, -porque la memoria comienza a ablandarse-, con las manos temblorosas encallecidas por la vida, rostros surcados por el tiempo, cabellos seniles, blancas barbas; deambulan, éstos cansados héroes, por las calles y agrupados, con sus cojeras, sus boinas, sus garrotes, sus lentos reflejos...
Y en la conversación improvisada aparecen los lugares de origen, las casas que los vieron nacer, los primeros juegos, las primeras novias, los escarceos amorosos, los amigos quedados en el camino, las cicatrices de guerra y las otras, las del alma, los dolores del cuerpo, la débil pensión. Y aguardan sin prisa alguna que la vida se despida y se entierre con ellos...
Un rato de anciana asamblea mientras se apuran hasta el final los últimos pitillos a escondidas, porque les están prohibidos. Luego se disuelven lenta y pacíficamente cada uno para su casa, y algunos a su residencia. Seguramente la sopa caliente o el hervido esperarán sobre la mesa. En casa de los hijos y de las hijas los más cascarrabias discutirán con genio y con indomable carácter cualquier cosa. Otros no sacarán ni punta: verán, oirán pero callarán; y también habrá aquellos que no tendrán siquiera a nadie, ni para empalmar otro cigarrillo ni para iniciar otra conversación.
Esperan impacientes a la próxima ocasión, a ese siguiente "ratico" bajo una sombra, frente a un portal, en torno a un banco, en una esquina para seguir hablando de las cosas que sólo a ellos interesan con los amigos de la quinta.
De vez en cuando alguno deja de asistir a la cita, porque un mal soplo se lo llevó.
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor: Juan José Torres
Música sugerida: THE FOSSE. Wim Mertens
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