miércoles, 3 de marzo de 2010

REUNIONES INTERMINABLES

Por A o por B, por mis deberes profesionales y por mis actividades personales he departido, compartido y martirizado en miles de reuniones con mayor o menor foro y de distinta índole y trascendencia. Ya sean laborales, de comunidades de vecinos o de actividades diversas todas tienen un denominador común: se hacen insoportables. Y para llegar a un consenso, a ese punto de encuentro que aludía la semana pasada, cuesta una buena dosis de paciencia y también de desesperación.

Para empezar, no sé en otros lugares pero aquí en España se invoca una primera convocatoria y a la media hora una segunda convocatoria. Es decir, se oficializa y se le da casi poder institucional la tardanza, el incumplimiento de horario, dándose por supuesto que la gente suele llegar tarde. Esto supone una falta de respeto a los obedientes puntuales, que pierden la media hora más tonta y además sobre aviso.

Más tarde, una vez comenzada, nadie se aclara, la gente se va "por los cerros de Úbeda", da mil vueltas aleatorias y circulares y se desvían del tema o asuntos principales. Es necesario por lo tanto un moderador al igual que un secretario que levante el acta correspondiente. El moderador debe ceñirse al objeto de la convocatoria y no permitir, bajo ningún concepto, que nadie se salga del guión. Las anécdotas o explicaciones secundarias que queden, si han de quedar, en el cajón de la sobremesa; o sea, cuando finalice la reunión.

Y si el moderador es tan poco representante de la moderación y no respeta ni el turno de palabra ni el fiel tratamiento del debate deberá ser uno de los presentes quien reivindique la agilidad de los puntos a tratar avisando de que, si no es así, se levantará, se ausentará y se irá a casa, donde perderá menos tiempo.

Hay reuniones, la gran mayoría de ellas, que duran el triple de tiempo de lo que durarían en condiciones cívicas y normales. Presentación de puntos, argumento de los mismos, turno respetuoso de palabra, brevedad en la exposición y no salirse ni un ápice del tema. El acuerdo debe ser por mayoría, aun siendo simple, y si no se alcanza se pospone para otra ocasión. Sin más.

Porque el tiempo es oro y para no tener prisa que no se convoque una reunión, sino un almuerzo. Así que, cuando soy triste testigo de reuniones maratonianas que no tienen final y no llegan a ninguna parte, prefiero despedirme con una indignación respetuosa. Que dan ganas, a veces, de irse uno al campo.










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