lunes, 1 de marzo de 2010

VIENEN Y SE VAN

He despachado, y también trasnochado, muchos momentos en los inevitables puntos de encuentros y despedidas. He acompañado o ido a recibir a muchas personas que iban a alguna parte o venían de lugares lejanos. En estaciones de ferrocarril, en dársenas de autobuses, en terminales de aeropuertos y hasta en muelles portuarios. Mientras se consume el tiempo para el primer o último abrazo observo y miro. Y miles de personas han desfilado ante mis ojos con sus bultos, sus maletas, sus bártulos y sus mochilas.

Da igual quienes sean. Jóvenes y viejos, altos y bajos, obesos y delgados, atractivos y repelentes, de todas las culturas, razas, religiones y pensamientos. En verano y en invierno, en los días de infiernos calurosos o en los intimidados por el frío.

Y en cada ocasión que observo me pregunto respuestas imposibles. ¿De dónde vienen? ¿Adónde van? ¿Son felices? ¿Huyen de algo? ¿Tienen un pasado que esconder? ¿Viajan para reconciliarse con la sonrisa o para encontrar el llanto? ¿Llegan para quedarse? ¿Viajan para volver? ¿Por qué vienen solos? ¿Quiénes son los acompañantes? ¿Abrazarán sus brazos en esta noche eterna? ¿Se pudrirán en la soledad reclamando esperanza? ¿Quiénes son? ¿Qué me importa? Sí, pero, ¿quiénes son? Y ¿Adónde van? ¿Qué hacen unos y otros de aquí para allá?

Me pregunto sin saber y me interrogo intuyendo mi ignorante respuesta. Al fin y al cabo las vidas de cada cual son sólo las suyas y sus mundos son sagrados porque les pertenecen. Aunque unos sean libres de su esclavitud y otros sean esclavos de su libertad. Pero no dejo de preguntarme con mis discretos ojos cada vez que miro de un lado hacia otro.

Este lunes, desde muy temprano, despedimos en un aeropuerto a una de mis adorables hijas. Mi pequeña princesa voló para tierras argentinas y nos dijimos un adiós largo e intenso que dure, por lo menos, para seis meses.

Probablemente otro idiota como yo, contemplador empedernido, la observe cuando aparezca por aquella terminal con sus equipajes a cuestas. Posiblemente se pregunte ¿Quién es esta gallega? ¿Qué viene hacer? ¿Quién será su padre, si es que tiene?

Y yo pensaré que si alguien, en un sitio tan lejano, se hace esas mismas preguntas será que el mundo se mueve más rápido que nosotros, y los que observamos somos tan pequeños que, cuando cerramos los ojos al parpadear, ya han desfilado ante nosotros montones de personas viajeras, de caminantes errantes y anónimos.

Yo no sé si los destinos serán benévolos. Pero el mundo es muy grande para padres, como yo, tan limitadamente insignificantes. En cualquier caso, salud y suerte.

3 comentarios:

  1. Precioso escrito. Somos muchos los idiotas comtempladores empedernidos.
    Saludos.
    Francis.

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  2. Yo tambien deje mi pais alla por los sesenta, volvi por los setenta y despues de treinta y tantos años me arrepiento de no haber echo caso a mi Madre. Hay que estar donde esta el trabajo, que tenga suerte y no olvide a sus Padres pero es su Vida.

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  3. Genial, me encanta como te expresas.
    Me vino a la mente esta canción, a ver qué os parece:
    http://www.youtube.com/watch?v=t29LKD7ETQw

    Javi García.

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