domingo, 1 de noviembre de 2009

ALAS DE CRISTAL

Si han caído civilizaciones antiguas, si se han desplomado grandes imperios, si se han diluido sólidos sistemas políticos, -casi inamovibles-, si se derrumbó el muro de Berlín y, más recientemente, importantes redes financieras, ¿cómo nos sentimos tan seguros? Si se han evaporado las torres más altas y el mundo está construído sobre un castillo de naipes, ¿por qué tenemos la soberbia de pensar que lo tenemos todo y todo está bajo control?
Es bueno soñar, lícito planificar episodios para el futuro y es hasta recomendable dar un repaso al bienestar de nuestras obligaciones cotidianas, pero siempre con la sensación de la caducidad, de que las cosas son efímeras y la vida un tránsito fugaz.
No nos engañemos si pensamos que vivimos ejerciendo un dominio y que todo a nuesro alcance está supervisado. El ser humano es un ser inteligente pero limitado, es un ser que nombra a Dios en múltiples ocasiones y casi siempre en vano. Se le presupone libre pero es esclavo de un acoso sistemático de un mercantilismo camufaldo hasta lo invisible. Cree que alcanza una felicidad creada y cuando la roza se le hace más inancanzable, porque las expectativas iniciales aumentaron su nivel de exigencia. Se adentra en un laberinto de desajustes que generan más ansiedad y más frustración. Y cada escala de valores, muy personales, van mudando de casa y de peldaño. Acabamos por deambular en la vida como almas en pena, casi mendigando el calor, el cariño y la estima.
No no engañemos. Creemos ser libres y gritamos libertad. Y nos montamos en una aureola de sueños imposibles dejando una estela de desengaños en nuestra huída. Ansiamos volar y tenemos las alas averiadas y cuando queremos gritar se pierden nuestras voces, olvidadas, en los ecos que se pierden en los conductos de la lejanía.
No somos tan fuertes, porque al mínimo temblor palpitamos con él. Tampoco somos tan longevos, porque cualquier día nos roza la desgracia y sucumbimos con ella. Nunca volaremos alto, -ni siquiera en nuestros libres sueños-, porque nos imanan las raíces de nuestra tierra y, qué contrariedad, nos desplazamos con hélices de papel. Pero hay que seguir, no nos queda otra. Hay que seguir hasta el final de cada uno, con las fuerzas que le queden y aleteando nuestras frágiles alas de cristal.
Música sugerida: MARIPOSA TRAICIONERA. Maná

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