martes, 24 de noviembre de 2009

EL DEFECTO

No pudimos decidir nuestra existencia ni elegir el lugar de procedencia. Simplemente somos lo que somos. ¿Estamos? Pues estamos.
Desde que nacimos llevamos encima un ropaje al que llamamos cuerpo. Puede que muchas personas se sientan a gusto con el suyo y presuman de ello. Más la belleza y la salud no son eternas y nos acompañan como un préstamo, como un alquiler. Otras personas no pueden presumir tanto porque les persigue un defecto físico y les ocasiona algún complejo de inferioridad.
Puede que seamos demasiado bajos o altos, delgados u obesos, con vista de ave rapaz o muy miopes, ligeros o cojos, guapos o feos, oradores o tartamudos. Qué más da. Evidentemente que las hay poco afortunadas en cuanto al atractivo o delicadas de salud, celosos de aquellas otras que portan facultades físicas que envidiamos. No importa. No deja de ser algo superfluo y no hay que llevarlo como una carga.
Si alguien no se siente agraciado físicamente que no se atormente. Hoy hay demasiado culto al cuerpo y existen complejos que se pueden aliviar. Y si aún así te delata no sufras. Si alguien se acompleja por algún defecto se puede rebajar el efecto. No importa. Si nos gustara ser de otra forma y no lo somos tampoco importa. Dejémonos de lamentaciones.
Seguro que en nosotros, en tí, sí, tú mismo o misma, tienes algo preciado y precioso dentro de tí que es lo que te hace ser tú. Somos personales e intransferibles. No todo el mundo es un apolo pero desprende inteligencia, simpatía, delicadeza, prudencia, habilidad o sensibilidad. Acepta de una vez por todas las penurias de tu ropaje corporal. Asúmete gordo, flaco, feo, torpe, coja o cualquier otra dificultad que te haga resentirte.
Es el principio. Ten por seguro que tienes muchas otras cosas que ofrecer. Encuéntralas si aún las ignoras y desarrolla esas capacidades escondidas que tienes guardadas dentro de tí. Y muéstralas. Acabarán de ser aceptadas de buen grado.
En esta vida nadie es perfecto. No existe la perfección. Somos seres limitados y aquellos que se sientan superiores van de farol. Puede que sean más altos y guapos, más fuertes y con más recursos. Eso no es suficiente. Probablemente les acompañe el recelo, la desconfianza, el temor o la propia infelicidad. Somos todos imperfectos y nadie se salva de esta sentencia.
Acepta pues lo que ya no puedes remediar y alíviate con las cosas grandes y positivas que seguro llevas dentro. ¿Estamos? Pues si estamos, ¡¡Adelante!!
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor: Juan José Torres

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