jueves, 12 de noviembre de 2009

LAS PREGUNTAS ETERNAS

Una niña de cuatro años preciosa, de ojos vivos y sonrisa acostumbrada, mostrando sus frágiles dientes de leche tras unos labios sonrojados hacía preguntas y preguntas a su padre sobre cualquier cosa y particularidad. Tenía tanta curiosidad y tan ávida por saber que sus continuas preguntas resultaban un rosario incansable. Y a cada paciente respuesta del padre solía ser contestada por la hija con otra monóloga pregunta: ¿y por qué? Y más respuestas teniendo siempre otro por qué encadenado.
Preguntas desde por qué hacen también pipí los perros, a los que tanto adora; por qué los niños no tienen el mismo cuerpo que las niñas; por qué los bebés toman leche y no agua; por qué pegaba una madre a su hija en el mercado; por qué discutían dos hombres en la calle; por qué gritan tanto en algunos programas de televisión; por qué se muere la gente; por qué son las mamás quienes tienen los niños y no los papás,...infinitas preguntas con su correspondiente por qué, siempre inconforme, a cada respuesta.
Porque cuando llega la hora del sueño y el momento adecuado para irse a dormir, el padre, como un ritual sagrado y solemne, le cantaba una nana, un cuento o cualquier historia inventada. Y provocaba un espontáneo diálogo sobre las cosas, sobre la vida, breve pero sin pausas antes de que se eclipsen los ojos de la niña.
La costumbre fue esa misma durante largos años. Hubo luego un larguísimo tiempo donde el padre no tuvo más oportunidad ni ocasión de aposentarse en el lecho de otra criatura para explicarle como entendía el mundo, su mundo.
Pero el paréntesis del tiempo concluyó y ese padre, convertido ya en abuelo, cuenta las mismas cosas y responde a las mismas preguntas que le hace ahora otra niña: su nieta. Más viejo, más cansado pero con la misma paciencia que entonces. Y lo más curioso del asunto es que las preguntas de la pequeña son las mismas, y las respuestas pues casi que también. Será que el mundo, con sus historias, cambia aparentemente pero todo y en su sitio sigue igual y con la misma vigencia que siempre tuvieron las cosas que se suelen preguntar.
Por eso se pregunta ahora el abuelo, ¿tampoco han cambiado las cosas para contar y responder siempre la misma historia?
Texto de Los Secretos de la Noche
Autor: Juan José Torres
Música sugerida: AVEC LE TEMPS. Leo Ferré

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