sábado, 19 de diciembre de 2015

NAVIDAD Y OTRO AÑO

Ayer, dieciocho de diciembre, se cumplía el onceavo aniversario de la muerte de Alfredo Rojas, un hombre cercano al que admiré en vida y guardo gratos recuerdos desde su fallecimiento. Autodidacta, y al margen de su enorme calidad humana, se convirtió con los años en un experto literario, envidiado por unos pocos y venerado por muchos más.
Para homenajearle he recuperado una felicitación navideña que escribió en el año 2000 y que cuelgo aquí, haciéndola extensiva para todos los que podáis asomaros de nuevo por este modesto blog.

                        "Hoy pretendo ser sin..........0
                          y no pecar de import.........1
                          que estos días, más de......1
                           hará, cual yo, de vo.........0

                         Es mi deseo, por...............10
                         que tengáis salud de br......11
                         que en todo logréis un.......10
                          que algún día os toque la..11

                         Que el 2000 atrave............6
                          guiados por buen lu...........0
                          con regalos, cinco o..........6
                          buen habano en ceni.........0

                          De los mares de Nept.......1
                          apetitosos pesca................2
                          buenos bistecs de vac.......1
                          dulce, turrón, manteca......2

                          Y en la mesa buen bizc.....8
                           cada vez que sea oport...1
                           pues comer bien no repr.8
                           ni hay en ello error alg....1

                          Que no hagáis jamás ay...1
                          que no os ocurran desas..3
                          y en el siglo veinti.............1
                          viváis felices sin las...........3"

                                   Pues eso, como lo suscribo copio y pego la felicitación. Un fuerte abrazo y un millón de besos.

       Música sugerida: HALLELUJAH. Leonard Cohen" 

         

jueves, 17 de diciembre de 2015

REGRESO AL DIVÁN

Después de algunos años en silencio he decidido regresar al Diván del Desencanto. Situaciones complicadas que la vida te desafía me reservaron en otro Diván: el  del silencio.

Vuelvo para cerrar otro año y por más que han pasado algunos años casi todo sigue igual. Más pobreza, más desigualdades y más corrupción impune. 
Rescato para esta nueva primera entrada un vídeo que realicé hace algún tiempo, homenajeando al desterrado Baltasar Garzón.

No obstante os deseo, a todos y todas, muy felices navidades.
Vídeo Sugerido: ACTIVIDADES ANÓNIMAS. Juan José Torres


martes, 31 de julio de 2012

AMISTADES PELIGROSAS

No hace mucho apareció en la prensa que un señor denunció a un supuesto amigo por quedarse la totalidad de un premio, cuando siempre habían comprado a partes iguales el mismo número del mismo boleto que resultó finalmente premiado. Años compartiendo gastos y esperanzas hasta que llegó el momento de la verdad, ese examen verdadero donde afloran las distancias, el abrazo encuentra la excusa perfecta para la enemistad y, si te he visto, no me acuerdo.

Podría pensar que en estos tiempos difíciles y de crisis profunda los miramientos son distintos, los egos apelan al instinto más primitivo y el camino del “sálvese quien pueda” es la decisión más fácil y natural en estos menesteres de conseguir el sueño de una vida. Tampoco pierdo de vista que estos hechos han ocurrido por muchas geografías diferentes y serán sucesos que vuelvan a pasar en los calendarios venideros. Pero no son los tiempos de turno, los duros o los de bonanza, los culpables de estas locuras, sino las memeces y miserias de la cualidad humana, más bien escasa en este asunto, que nos han acompañado desde el principio de los tiempos.

Yo, que soy feliz compartiendo un euro o medio bocadillo, que me relamo de satisfacción que de mi mitad alguien se aproveche y yo pueda beneficiarme de la oferta desinteresada de mi acompañante, no entiendo estas cosas. Porque la alegría de salir de casa alegre, mirando al frente y con cabeza digna y alta no tiene precio. Todo al contrario, quien se hace de oro con malas artes o necesita protección o cruza de calles y esquinas sigilosamente para no ser visto, para que nadie pueda susurrarle la palabra ladrón, para evitar que le comparen con Judas, para escabullirse con el rabo entre las piernas como los cobardes.

Nunca entenderé que una amistad se tuerza por estas cosas; sólo, claro está, si esa hipotética amistad no era tal, sino puro interés. Pero esta vida, tan necesitada de besos, abrazos y gestos solidarios sucumbe por tentaciones tan pueriles como el dinero, una mercancía que a la cordura la convierte en locura y el afecto en enfrentamiento.

Allá cada cual con su conciencia, pero la amistad verdadera es para siempre y es para mí el mejor tesoro que hay que cuidar y guardar. Las fortunas no, los caudales de billetes no podrán nunca, en esa caja mortuoria del final de los días, chantajear un favor, exigir un regalo o comprar un beso. No existe desengaño mayor que romper sentimientos por dinero, ese tentador y diabólico dinero.

Música sugerida: BIRD IN A WIRE. K.D. Lang

lunes, 16 de julio de 2012

VUELVO POR LOS ABRAZOS, NO POR LOS DECRETOS


No me he muerto aún, ni he desaparecido del mapa. Sólo que a veces uno necesita un respiro, cambiar de chip, aislarse un poco para ir digiriendo acontecimientos que sobrepasan, con velocidades de vértigo, las acostumbradas previsiones. Se me casó una sobrina en Ibiza y nos reunimos, por vez primera, una larga familia desperdigada por los rincones universales. Ese mismo evento coincidió con la victoria de España en el Campeonato de Europa y los incendios comenzaban a generar el pánico por los bosques del Levante.

Y mientras los días continuaban las noticias sobre las primas de riesgo, las subidas, los ajustes, los recortes desafortunados y por decretos, que menosprecian las consultas, han mermado mi ánimo, y no me avergüenzo de reconocerlo. Mis años de cotización se tambalean tras estar meses trabajando y sin cobrar y las expectativas son grises, como los cielos que nos regalan los mercados. Así las cosas todavía no flaqueo, por más que se me remueven las tripas con tanto disparate, como el aumento del IVA a techos históricos. calculando los autores que van a recaudar más. Y equivocados están, pues el cierre de empresas y el escaso consumo no invitan a mejores cosas.

Lo mejor de todo es que la vida sigue, pues aún no existe el decreto que nos mate por aburrimiento ni por decisión ministerial. Por eso, porque la vida continua, más rabiosos, menos calmados, menos intransigentes pero todavía cuerdos, he decido retomar el blog para que ejerza de autodiván, pues le necesito tanto a él como él a mí; y de paso para aquellos que, aún no cansados, degusten compartirlo. Cómo me gustaría a veces embarcarme en un avión para ver los problemas empequeñecidos, las gentes, las casas, las cargas policiales lejos, muy lejos, como quien no quiere la cosa. Cómo me gustaría a veces desaparecer de las listas, de los bancos, de los registros.

Pero como aun me quedan algunos besos que recibir y otros muchos que dar vuelvo a la tierra, la misma que nos vio nacer, la misma que nos hace sufrir y la misma que tendremos que rehacer. Nada es más importante que un abrazo y si es compartido, más milagroso que los aplausos de una Cámara Baja. Hasta que las porras nos separen. Y no me lo quiero perder.

Música sugerida: MIRA LO QUE TE HAS PERDÍO. Diana Navarro

sábado, 2 de junio de 2012

MORIRSE A TIEMPO

Hoy en el diario El País y en su sección “Cartas al Director” hay escrita una carta titulada “Morirse a Tiempo”. Su reflexión es una mezcla de broma sarcástica y tristeza, pero lleva tanta razón que me ha sugerido un texto en este rincón del Diván. Hace apenas unos años nos alegraba sobremanera el aumento de la esperanza de vida, los avances médicos al servicio de la Humanidad, las terapias farmacológicas que alargaban en años y calidad de vida el último tramo final y el trago más amargo. Nos felicitábamos también por esa sociedad amparada por el Estado de Bienestar y que nos garantizaba reducciones de jornadas laborales para aprovechar más y mejor los ocios y los tiempos muertos. Igualmente nos satisfacía la tranquilidad de que llegada la jubilación, con salud y una digna pensión, nos permitiría saborear los últimos coletazos de felicidad con fuerzas y animosos.

Sin embargo todas esas esperanzas se están desvaneciendo como los castillos de naipes. El Estado de Bienestar se parece más a un Estado de Malestar, las circunstancias mandan y nos atizan con alargar la vida laboral, las reducciones de jornada quedaron en un sueño, conservar el trabajo en una suerte, dedicar nuestros tiempos muertos a las cosas que nos gustan en una utopía inalcanzable y la merecida pensión, cuando llegue la hora, en el filo de la navaja y en peligro de extinción.

Si aderezamos el panorama con que los recortes sanitarios y el insultante copago, como daño colateral, nos obligará a costearnos las sillas de ruedas, las muletas, las urgencias médicas, las medicinas y los gastos de cirugía, casi es mejor, como escribía el lector del diario, morirse a tiempo. Nadie quiere irse de este loco mundo hasta que asume lo inevitable, pero una retirada elegante y a tiempo…

Los avances científicos servirán de poco si no se dispone de buenas rentas y éstas nos las quitan los bancos, mientras los políticos nos acusan de haber gastado demasiado. Un mundo de locos donde la incertidumbre y el pesimismo deshace y hurta el caramelo que nos prometían hace pocos años. En fin, ya se lo dije a mi señora, “si has de quedarte viuda que sea ahora y disfruta antes de que sea tarde”. Aunque tampoco espero que me envenene. No tengo prisa alguna, pero si triste es morirse más mustio es largarse maltratado.

martes, 22 de mayo de 2012

POLVAREDAS Y VIENTOS

Cuando hace frío me abrigo, si llueve me resguardo, si es el calor quien me atosiga me refresco, pero no soporto el viento. Sus zumbidos me replican los oídos y esa sirena enfermiza se cuela en mis entrañas. Las paredes son rocódromos que invento en mis huidas y abro las ventanas para que pase sin quedarse. Cuando suena con insistencia pierdo ese control que creo manejar y la paciencia, de la que he presumido tantas veces, se me escabulle entre las manos antes de que pretenda atraparla.

Es entonces cuando maldigo por mi boca los efectos que me produce y blasfemo contra ese caprichoso azar de la naturaleza que me azota desde levante o poniente, que me pone de los nervios y que insulto impotente y encorajinado. Deseo con todas mis fuerzas que se aleje, que se deje llevar por su propia fuerza y se distancie tanto como pueda hasta el infinito, recorra los valles por los que ha venido, ventile los hondos, airee las montañas y se vaya por donde vino. Y si pudiera, hasta la periferia atmosférica, más aún, hasta más allá de la corteza terrestre. 

Me consuela saber que no soy el único nervioso, que también, cuando silba con sorna molesta a los demás, que sus senderos no siempre son predecibles y cuando se harta de provocar estelas polvorientas, sacudidas y estampidas, corrientes que arrancan las ramas de los árboles, huracanes traicioneros y ventiscas que ocasionan la ceguera,  desaparece sin hacer ruido y otra vez se remansan los valles, sus montañas y los ríos. Una tregua inesperada y sin pañuelo blanco que invite a la pacificación. Agazapado y furtivo acecha  cualquier debilidad, al primer Talón de Aquiles que flaquee y que muestre un flanco ciego. Será entonces cuando enseñe las uñas y ataque de nuevo, desde el levante o el poniente, con leveche o tramontana, con vientos africanos o rachas germánicas del norte.

Cuando deja de soplar resoplo. Pienso entonces que los vientos agresivos son los mercados, que sus huracanes tambalean la Bolsa, sus corrientes húmedas  destrozan haciendas y sus embestidas arrasan con todo lo que pillen, incluidas las dignidades y sus luchas y sus historias. Sé bien que los vientos tienen memoria, porque siempre vuelven. Sé que casi nunca tienen compasión. Sé que por más que molesten no piensan parar. Sé que después de aflojar, aprietan con más fuerza.

Por eso sé que por más que sople el viento yo debo resoplar. No podré nunca ahuyentarlo. Su canto de sirena, a veces de ambulancia, me intimida. Pero si él sopla yo resoplo, si él respira yo aspiro, si él bosteza yo me tenso. Vuelven los zumbidos, vuelven las sirenas. Soplan sus cornetas y replican sus tambores de desorden público. Yo resoplo. Ojalá aquél resople y aquellos a quienes no conozco, resoplen también; él resople y tú, conmigo y juntos, resoplemos. A cada golpe de tambor un latido, a cada soplo un resoplo, aunque sea en cualquier recoveco amigo. Que se vayan los vientos al infierno, que se queden sin aliento los mercados con sus primas de riesgo y nos dejen a los demás, por fin, tranquilos y sin resoplar.

viernes, 11 de mayo de 2012

SOBREMESAS TRISTES

Un domingo en la playa da para mucho, sobre todo si aparte de juguetear tímidamente con los primeros baños o dejar senderos en la arena se sienta uno en el chiringuito para descansar y reponer fuerzas. Una caña, unas sardinas y una placentera conversación resultan una estupenda oferta parta consumir unas escasas horas de ocio. Puede ocurrir que la persona con la que estás reciba una llamada perdida en el móvil y acuda presurosa a la comunicación impuntual. Si esto pasa quedas, por unos minutos, ensimismado con las cosas propias de uno y, de paso, pueden repelarse las espinitas de las parrochas, limar el hueso de las aceitunas o apurar el culo de la refrescante bebida. Pero además de estas cosas superficiales y apetecibles pueden hacerse también otras cosas que complacen la curiosidad y aplacan la espera.

Por ejemplo observar las mesas de alrededor, afinar el oído y empaparse de esas historias de gentes desconocidas y que jamás volveré a ver casi con toda certeza. Y he aquí que me encuentro en esa incómoda situación de encontrarme solo, sentado en una terraza, azotándome la brisa y esperando a la compañía. Así que, rosigados los huesos y acabada la cerveza pongo todo mi interés en el entorno más cercano y mientras paso revista agudizo la audición a las siguientes escenas:

Un grupo de adolescentes desconsolándose por los infortunios del Madrid y Barça en sus eliminaciones de la Champions; unos franceses comentando su primera visita a España y a sus playas; una pareja cuarentona pendientes de su pequeña que está jugueteando en la orilla, en tanto ellos dan cumplida cuenta de un apetecible plato de calamares a la plancha…

En otro lado unos macarras recuperando los niveles de alcohol en la sangre y sacudiéndose la resaca de una noche sin dormir mientras comparten una jarra de cerveza; cuatro amigos, ya maduros, celebrando algún aniversario con vino rosado y espumoso, deducción que extraigo por la cantidad de brindis que proponen; una joven pareja descubriéndose los lunares de la piel desnuda mientras practican el arte del beso y un señor con bermudas jugando al solitario.

Pero más me llamaron la atención unos comensales sudamericanos. La señora, ya mayor y aderezada de maquillajes, colgantes, sortijas, brazaletes y un monedero espectacular, presidía la mesa. La flanqueaban unos sobrinos –deducción personal- acompañados de sus respectivas novias. Los parientes debían ser los hombres, porque eran los que llevaban la voz cantante y los que demandaban al camarero los platos apetecidos, en tanto ellas asentían con timidez. El caso es que uno pedía una cosa, el otro otra, el tercero su propio capricho y el cuarto lo que faltaba; que aquella mesa, sin protocolo ni mantel, parecía un rincón de manjares con cada cuenco maravillosamente cocinado y  que abría el apetito y despertaba al estómago más perezoso nada más con mirarlo.

Yo me fijé en la mujer que, muy seria, arbitraba la mesa. Compungida, silenciosa, distraída, oculta en sus grandes gafas de sol e inexpresivos sus labios, observaba cada movimiento, palabra, solicitud, comentario, chiste y frase de unos niños malcriados que cumplían a la perfección el papel de depredadores tiburones. Ignoro si la señora tenía una radiante cuenta corriente, espero que sí. Pero puedo atestiguar que lo sobrinos  ni le miraron a la cara ni le dirijieron la palabra. Así que todo lo apetitoso que los vampiros se comieron a mí me produjo desgana. Pobre mujer acosada de sanguijuelas y pobre tan huérfana de cariño.

Volvió la mujer, me refiero a la mía, y le supliqué que no me dejase más sentado y solo. Quédate. Porque si te vas lo somatizo todo.


Música sugerida: SHINY DAYS. Anni B Sweet