Ahora nuestra duquesa más mediática se nos va a casar. Yo, si he de ser sincero, nunca me agradaron ni las monarquías ni los títulos que se crean y acompañan en torno a esta institución. Ni marqueses, ni duques, ni condes, ni vizcondes, ni grandes de nada, ni baronesas, ni señoritos, ni caballeros, ni nobles de nada. Porque, entre otras cosas, su sangre es roja como los demás mortales, jamás fue azul; y porque ya es notorio que el poder de los reyes no procedía de lo divino, sino de la ambición humana, siendo la aristocracia y sus rangos genealógicos designados por hombres también mortales.
Explicado esto, la pobre duquesa, asediada por sus numerosos descendientes pero deseosa de compartir sus últimos tiempos con alguien de su estima y agrado, ha decidido donar y repartir su inmensa fortuna entre sus herederos. Como si les dijera “Ahí tenéis, fundirlo si queréis, pero dejadme en paz”. Y bien que hace ella, harta de calenturas e interesados consejos. Al fin y al cabo los dineros son para gastarlos, como siempre me ha dicho mi cajero del banco cada vez que retiraba unos aguinaldos para las vacaciones.
Sin embargo esta noticia la relacioné inmediatamente con otra anterior, para nada coincidentes ni en el lugar ni en el tiempo. Por esas anchuras de las salvajes y civilizadas Américas, un hombre afortunado por rico pero desdichado en salud empleó buena parte de su dinero en encontrar a su hermano gemelo, a quien perdió la pista ya en años de adolescencia. Los avatares y circunstancias de la propia vida siempre son un misterio, porque a saber por qué demonios dejaron de verse, de reencontrarse, de saber el uno del otro.
Los investigadores y detectives contratados, que tardaron más de lo previsto, dieron con el hermano perdido y siempre ausente. La primera sorpresa es que no se trataba de un individuo apuesto, culto y con sentido. Era un simple vagabundo, como tantos y tantos perdidos por la vida. Después de certificar y verificar que el bohemio antisistema era el verdadero allegado de sangre, le comunicaron que su hermano, moribundo terminal, quería encontrarlo y conocerlo de nuevo, ya que no hubo tiempo de rescatarlo.
El trotamundos errante era el único legatario y así se lo hicieron saber. Desconozco el final de la historia, no sé si tan escalofriante como sus propios pasos. Quizás aceptó la proposición, o tal vez la rechazó. ¿Qué hacer con tanto dinero? Si fue una fantasía que nunca soñó, si un deseo tan inútil que da angustia hasta el pensarlo.
Hay duquesas que donan en vida para vivir en paz y hay seres en la vida que no conocen ni las alegrías del dinero, ni probablemente la mejor invitación de los mejores cuentos.
Música sugerida: SOMETIMES WHEN WE TOUCH. Dan Hill
Hasta que llegue el amanecer.....
Hace 9 años