Hace años mi viejo y muy sabio amigo Alfredo, como si fuese otro padre para mí, me regaló un relato de O Henry. Me dijo que era conmovedor por más que se trataba de una sencilla historia de amor. Y claro que lo leí. Con el placer que otorgan las ocasiones especiales cuando se trata de un regalo.
O Henry, en realidad, era el pseudónimo del escritor estadounidense William Sydney Porter, especializado en relatos cortos y el que llegó a mis manos se titulaba EL REGALO (de Reyes). Ya sé que sería más apropiado escribir sobre él y sobre el relato en períodos navideños, pero poco importan los escrúpulos cuando hay que comentar algo y bien de alguien.
El Regalo nos cuenta cosas de una pareja americana de muchos años atrás. Una pareja joven y enamorada la una del otro y que, en un día tan especial como el Día de Reyes, sacrificaban su problemática economía para darle un gustazo a su pareja.
Vivían los dos en una modesta vivienda, un cuchitril con escasos medios. Él se apreciaba un reloj de oro que había heredado de su padre, un reloj magnífico que era la envidia de vecinos y todos aquellos que habían tenido la suerte de observarlo, pero carecía de una cadena apropiada al reloj.
Ella no disponía de cosa alguna de que alardear en público; tan sólo su melena de pelo negro que le alcanzaba más allá de su espalda.
Ella pensó, como el mejor regalo para él, comprarle esa suspirada cadena de reloj que fuera motivo de felicitaciones en su pequeño círculo social.
Él pensó, como el mejor regalo para ella, unas peinetas para su hermoso pelo que haría las delicias de los ocultos y platónicos admiradores.
Ella había observado muchas veces la preciosa cadena, con precio prohibitivo, en un escaparate de los comercios de lujo.
Él había echado también el ojo a esas peinetas tan caras en tiendas del centro de la ciudad.
Llegado el día llegó también el ritual de los regalos.
Ella destapó, con elevada ternura, el envoltorio que contenía la cadena de reloj, y para que no padeciera, nunca más, contamplándola en el escaparate. Había vendido su delicioso pelo en una casa especializada en pelucas para poder pagarla. Toda para él, por él.
Él, triste como un demonio, le dijo que le entregaría su regalo en otro momento. Que aún eran días navideños y que no importaba tanto el regalo. Que la quería tanto... y eso era suficiente.
Ella le rogó que le entregara el regalo, pues lo tenía envuelto.
Él le contestó que...bueno. Le había comprado esas estupendas peinetas para su fantástico pelo. "Cariño, y como eran las mejores peinetas de la ciudad tuve que vender el reloj para comprarlas".
Pero ella, llorando, le dijo, "amor, mi pelo crece tan deprisa........."
Fue el mejor Regalo de Reyes, el que ninguno de los dos podía imaginarse. Se desprendieron de sus mejores tesoros para complacer al otro. Y sin embargo sucedió. Le dí las gracias a O Henry y le dí las gracias a mi inolvidable Alfredo, que ya no está. Pero, pasados los años, que son muchos, me acuerdo de él, de su regalo, de todas sus cosas y de las cosas que le pasaron a esos infelices enamorados.
Música sugerida:
FOREVER LIKE A ROSE. Seals and Crofts