¡Vaya! Este es el título para mi felicitación navideña. Porque, poco amante del protocolo, os deseo los mejores días posibles y, sobre todo, un buen año. Y que cada uno de los días del calendario tengan un algo especial para nosotros. Cada día esconde una sorpresa escondida en la monotonía. Sólo hay que encontrarla y para ello tenemos que tener despiertos los sentidos, y que no se nos mutilen por falta de uso. ¿Os acordáis? Podeís repasar el texto de Los Sentidos Mutilados.
Sí. El título del Viaje de la Vida no es casual. Es que la vida es un viaje. Y yo, ya desde pequeño, lo he simbolizado como el viaje en un tren. Nos subimos a él cuando nos toca y nos acomodamos, o incomodamos, también en el compartimento destinado. Los hay de primera clase, de turista, de segunda clase e incluso de tercera. El confort es diferente.
En nuestro coche o vagón existen asientos numerados, unos más alejados o más próximos al nuestro. Los más cercanos corresponden a las personas que, de una u otra forma, nos van a acompañar un trayecto de nuestra vida, que es nuestro viaje. Los padres, los hijos, el compañero, la esposa, la novia, los amigos, la amante, los seres más queridos por nosotros. Más allá los conocidos, pero no tan influyentes en nuestras vidas. Y en los otros compartimentos, también repletos, el resto del mundo, al que nunca conoceremos o por si acaso de refilón.
El trayecto puede ser largo o corto. No obstante el tren se detiene en sucesivas paradas donde mucha gente se apea y otros suben. Se apean incluso los de los asientos cercanos para no volverlos a ver nunca y esos asientos quedarán, posiblemente vacíos y sólo con su recuerdo, o serán reemplazados por otras personas, en cualquier caso seguimos viajando, conversando, compartiendo y viviendo, que es de lo que se trata.
En ocasiones estamos deseperados, necesitamos respirar, desconectar, buscar un aliento. Y nos viene bien otra parada en el próximo andén para estirar las piernas, bostezar, dar una bocanada de aire fresco, recuperar fuerzas, cargar las pilas, conocer a otras gentes, cambiar de aires, revivir. A veces es bueno aprovechar esa oportuna parada para la reflexión, para recomponer el viaje, para revisar el mapa.
Y regresamos a nuestro asiento. Pudiera ser que algunas personas cercanas ya no estén, incluso que se hubiesen ido sin despedirse. Pero el camino sigue y encontramos otras personas. Nos podrán gustar o no, pensaremos que las que se fueron son insustituibles e irremplazables. Esfuerzo vano. Son las que están y las que son, no las que nos gustaría que estuvieran. El viaje continúa.
Y volveremos a parar y a refrescarnos. Volverán a apearse unos y a establecerse otros. A unos les diremos adiós y a otros les daremos un beso. Y el viaje continua. Quizás, en el próximo andén, alguien que nos acompañó casi desde el principio descienda, se aleje y desaparezca. Y el dolor sin consuelo se apodere de nosotros, nos invada el llanto y la desesperación. Pero nuestro viaje continua. Debe proseguir. Quién sabe si, nuestra experiencia acumulada desde nuestro principio, pueda servir a otros que perdieron en su viaje a sus asientos cercanos y perdidos.
Pero nuestro viaje continua a pesar de, a pesar de contra, a pesar de nada. Continua. Y continua para que lo podamos contar, porque a cada kilómetro que andemos, a cada año que cumplamos, en cada andén que repostemos, debemos revisar nuestra tarjeta de embarque, debemos dar gracias a nuestro billete, besar a los que se van, abrazar a los que llegan para seguir compartiendo el viaje, nuestro viaje. Porque es el único de verdad nuestro y que nos lleva a alguna parte.
Hasta que nuestro tren llegue a una terminal o, por fin, se nos acabe el billete. Otros continuarán el viaje. Pero, hasta que lleguemos a ese último andén, viajemos con la emoción de los que empiezan.
Por eso os deseo que, a pesar de los pesares, sigamos viéndonos en los días de los calendarios. Os deseo, si es posible, que viajéis en vuestro tren con la salud de las excursiones de fondo, y que lo contéis, que contéis vuestro viaje porque es el vuestro, personal e intransferible.
Feliz Navidad, buen año 2010 y hasta luego, o hasta siempre.