Sí, hace apenas unos días cumplí años y me alegré de que mis gentes, las personas que me aprecian se acordaran de mí. Pero me da miedo cómo pasa el tiempo. No me importa hacerme mayor, envejecer sin prisa, pero me asusta que acumular años va en proporción contraria a la estabilidad. Cuando era un niño me decían que tenía que llegar a ser un hombre de provecho, cuando tenía dieciocho estaba lleno de ilusiones, de esos sueños en que conviertes las utopías en proyectos alcanzables, cuando tenía los cuarenta seguía siendo un inconformista con la bandera de la esperanza y ahora, con muchos años más, escribo mis relatos con la estela del desencanto.
Las utopías se hacen cada vez más lejanas, los hermosos sueños se los comen los odiosos fantasmas y la rebeldía choca una y otra vez con las mismas intransigencias. Si echo una mirada atrás sigo siendo aquel niño pletórico de inquietudes, pero bastante más cansado. Más cuando a cada metro que se consiguió avanzar de sentido común nos hacen volver sobre nuestros pasos otros siete, y me da la sensación de que ya no caminamos, por más que aligeremos las piernas, sino que encontramos en el camino el mismo punto de inicio.
Yo no quería correr, sino andar deprisa. No quería atraparme en mis propios sueños pero sí que las nieblas de la vida se despejaran lentamente. Conforme continúo me cruzo con gentes que ya están de vuelta para reemprender la cuesta, otra vez, desde abajo. Ya no transcurrimos para saborear la vida, vivimos para satisfacer a quienes nos quieren ver como esclavos. Por eso a más años, más cuesta empezar de nuevo, con más indignidad para reivindicar la dignidad, con mayor rebeldía para gritar al conformismo, con más ironía para insultar a los emperadores del mundo, con más coraje para que la historia de los luchadores no quede en vano.
Sí, soy más viejo y me alegro por ello, pero más cascarrabias porque de nada nos sirve el progreso, ni la tecnología, ni los avances en tantas cosas si seguimos ahora igual que esclavos que nuestros antecesores. Pero lo que más me duele es la ceguera de quienes ignorándolo casi todo, justifican hasta la saciedad los pasos cambiados y asumen con indiferencia la manipulación calculada. Estoy cansado, sí, pero aún vivo. El camino que me queda es más corto y la cuesta que subir parece interminable. Pero como la vida es una escuela de aprendizaje procuraré dosificar las fuerzas y buscar los buenos atajos. Los zombis que sigan por el principal sendero, bien adiestrados en el silencio y convenientemente obedientes. Procuraré seguir, aunque me estorbe la mordaza.
Sí, hace apenas unos días cumplí años y sigo por el camino.
Música sugerida: SPIDER. White Snake
Hasta que llegue el amanecer.....
Hace 9 años