martes, 31 de julio de 2012

AMISTADES PELIGROSAS

No hace mucho apareció en la prensa que un señor denunció a un supuesto amigo por quedarse la totalidad de un premio, cuando siempre habían comprado a partes iguales el mismo número del mismo boleto que resultó finalmente premiado. Años compartiendo gastos y esperanzas hasta que llegó el momento de la verdad, ese examen verdadero donde afloran las distancias, el abrazo encuentra la excusa perfecta para la enemistad y, si te he visto, no me acuerdo.

Podría pensar que en estos tiempos difíciles y de crisis profunda los miramientos son distintos, los egos apelan al instinto más primitivo y el camino del “sálvese quien pueda” es la decisión más fácil y natural en estos menesteres de conseguir el sueño de una vida. Tampoco pierdo de vista que estos hechos han ocurrido por muchas geografías diferentes y serán sucesos que vuelvan a pasar en los calendarios venideros. Pero no son los tiempos de turno, los duros o los de bonanza, los culpables de estas locuras, sino las memeces y miserias de la cualidad humana, más bien escasa en este asunto, que nos han acompañado desde el principio de los tiempos.

Yo, que soy feliz compartiendo un euro o medio bocadillo, que me relamo de satisfacción que de mi mitad alguien se aproveche y yo pueda beneficiarme de la oferta desinteresada de mi acompañante, no entiendo estas cosas. Porque la alegría de salir de casa alegre, mirando al frente y con cabeza digna y alta no tiene precio. Todo al contrario, quien se hace de oro con malas artes o necesita protección o cruza de calles y esquinas sigilosamente para no ser visto, para que nadie pueda susurrarle la palabra ladrón, para evitar que le comparen con Judas, para escabullirse con el rabo entre las piernas como los cobardes.

Nunca entenderé que una amistad se tuerza por estas cosas; sólo, claro está, si esa hipotética amistad no era tal, sino puro interés. Pero esta vida, tan necesitada de besos, abrazos y gestos solidarios sucumbe por tentaciones tan pueriles como el dinero, una mercancía que a la cordura la convierte en locura y el afecto en enfrentamiento.

Allá cada cual con su conciencia, pero la amistad verdadera es para siempre y es para mí el mejor tesoro que hay que cuidar y guardar. Las fortunas no, los caudales de billetes no podrán nunca, en esa caja mortuoria del final de los días, chantajear un favor, exigir un regalo o comprar un beso. No existe desengaño mayor que romper sentimientos por dinero, ese tentador y diabólico dinero.

Música sugerida: BIRD IN A WIRE. K.D. Lang

lunes, 16 de julio de 2012

VUELVO POR LOS ABRAZOS, NO POR LOS DECRETOS


No me he muerto aún, ni he desaparecido del mapa. Sólo que a veces uno necesita un respiro, cambiar de chip, aislarse un poco para ir digiriendo acontecimientos que sobrepasan, con velocidades de vértigo, las acostumbradas previsiones. Se me casó una sobrina en Ibiza y nos reunimos, por vez primera, una larga familia desperdigada por los rincones universales. Ese mismo evento coincidió con la victoria de España en el Campeonato de Europa y los incendios comenzaban a generar el pánico por los bosques del Levante.

Y mientras los días continuaban las noticias sobre las primas de riesgo, las subidas, los ajustes, los recortes desafortunados y por decretos, que menosprecian las consultas, han mermado mi ánimo, y no me avergüenzo de reconocerlo. Mis años de cotización se tambalean tras estar meses trabajando y sin cobrar y las expectativas son grises, como los cielos que nos regalan los mercados. Así las cosas todavía no flaqueo, por más que se me remueven las tripas con tanto disparate, como el aumento del IVA a techos históricos. calculando los autores que van a recaudar más. Y equivocados están, pues el cierre de empresas y el escaso consumo no invitan a mejores cosas.

Lo mejor de todo es que la vida sigue, pues aún no existe el decreto que nos mate por aburrimiento ni por decisión ministerial. Por eso, porque la vida continua, más rabiosos, menos calmados, menos intransigentes pero todavía cuerdos, he decido retomar el blog para que ejerza de autodiván, pues le necesito tanto a él como él a mí; y de paso para aquellos que, aún no cansados, degusten compartirlo. Cómo me gustaría a veces embarcarme en un avión para ver los problemas empequeñecidos, las gentes, las casas, las cargas policiales lejos, muy lejos, como quien no quiere la cosa. Cómo me gustaría a veces desaparecer de las listas, de los bancos, de los registros.

Pero como aun me quedan algunos besos que recibir y otros muchos que dar vuelvo a la tierra, la misma que nos vio nacer, la misma que nos hace sufrir y la misma que tendremos que rehacer. Nada es más importante que un abrazo y si es compartido, más milagroso que los aplausos de una Cámara Baja. Hasta que las porras nos separen. Y no me lo quiero perder.

Música sugerida: MIRA LO QUE TE HAS PERDÍO. Diana Navarro

sábado, 2 de junio de 2012

MORIRSE A TIEMPO

Hoy en el diario El País y en su sección “Cartas al Director” hay escrita una carta titulada “Morirse a Tiempo”. Su reflexión es una mezcla de broma sarcástica y tristeza, pero lleva tanta razón que me ha sugerido un texto en este rincón del Diván. Hace apenas unos años nos alegraba sobremanera el aumento de la esperanza de vida, los avances médicos al servicio de la Humanidad, las terapias farmacológicas que alargaban en años y calidad de vida el último tramo final y el trago más amargo. Nos felicitábamos también por esa sociedad amparada por el Estado de Bienestar y que nos garantizaba reducciones de jornadas laborales para aprovechar más y mejor los ocios y los tiempos muertos. Igualmente nos satisfacía la tranquilidad de que llegada la jubilación, con salud y una digna pensión, nos permitiría saborear los últimos coletazos de felicidad con fuerzas y animosos.

Sin embargo todas esas esperanzas se están desvaneciendo como los castillos de naipes. El Estado de Bienestar se parece más a un Estado de Malestar, las circunstancias mandan y nos atizan con alargar la vida laboral, las reducciones de jornada quedaron en un sueño, conservar el trabajo en una suerte, dedicar nuestros tiempos muertos a las cosas que nos gustan en una utopía inalcanzable y la merecida pensión, cuando llegue la hora, en el filo de la navaja y en peligro de extinción.

Si aderezamos el panorama con que los recortes sanitarios y el insultante copago, como daño colateral, nos obligará a costearnos las sillas de ruedas, las muletas, las urgencias médicas, las medicinas y los gastos de cirugía, casi es mejor, como escribía el lector del diario, morirse a tiempo. Nadie quiere irse de este loco mundo hasta que asume lo inevitable, pero una retirada elegante y a tiempo…

Los avances científicos servirán de poco si no se dispone de buenas rentas y éstas nos las quitan los bancos, mientras los políticos nos acusan de haber gastado demasiado. Un mundo de locos donde la incertidumbre y el pesimismo deshace y hurta el caramelo que nos prometían hace pocos años. En fin, ya se lo dije a mi señora, “si has de quedarte viuda que sea ahora y disfruta antes de que sea tarde”. Aunque tampoco espero que me envenene. No tengo prisa alguna, pero si triste es morirse más mustio es largarse maltratado.

martes, 22 de mayo de 2012

POLVAREDAS Y VIENTOS

Cuando hace frío me abrigo, si llueve me resguardo, si es el calor quien me atosiga me refresco, pero no soporto el viento. Sus zumbidos me replican los oídos y esa sirena enfermiza se cuela en mis entrañas. Las paredes son rocódromos que invento en mis huidas y abro las ventanas para que pase sin quedarse. Cuando suena con insistencia pierdo ese control que creo manejar y la paciencia, de la que he presumido tantas veces, se me escabulle entre las manos antes de que pretenda atraparla.

Es entonces cuando maldigo por mi boca los efectos que me produce y blasfemo contra ese caprichoso azar de la naturaleza que me azota desde levante o poniente, que me pone de los nervios y que insulto impotente y encorajinado. Deseo con todas mis fuerzas que se aleje, que se deje llevar por su propia fuerza y se distancie tanto como pueda hasta el infinito, recorra los valles por los que ha venido, ventile los hondos, airee las montañas y se vaya por donde vino. Y si pudiera, hasta la periferia atmosférica, más aún, hasta más allá de la corteza terrestre. 

Me consuela saber que no soy el único nervioso, que también, cuando silba con sorna molesta a los demás, que sus senderos no siempre son predecibles y cuando se harta de provocar estelas polvorientas, sacudidas y estampidas, corrientes que arrancan las ramas de los árboles, huracanes traicioneros y ventiscas que ocasionan la ceguera,  desaparece sin hacer ruido y otra vez se remansan los valles, sus montañas y los ríos. Una tregua inesperada y sin pañuelo blanco que invite a la pacificación. Agazapado y furtivo acecha  cualquier debilidad, al primer Talón de Aquiles que flaquee y que muestre un flanco ciego. Será entonces cuando enseñe las uñas y ataque de nuevo, desde el levante o el poniente, con leveche o tramontana, con vientos africanos o rachas germánicas del norte.

Cuando deja de soplar resoplo. Pienso entonces que los vientos agresivos son los mercados, que sus huracanes tambalean la Bolsa, sus corrientes húmedas  destrozan haciendas y sus embestidas arrasan con todo lo que pillen, incluidas las dignidades y sus luchas y sus historias. Sé bien que los vientos tienen memoria, porque siempre vuelven. Sé que casi nunca tienen compasión. Sé que por más que molesten no piensan parar. Sé que después de aflojar, aprietan con más fuerza.

Por eso sé que por más que sople el viento yo debo resoplar. No podré nunca ahuyentarlo. Su canto de sirena, a veces de ambulancia, me intimida. Pero si él sopla yo resoplo, si él respira yo aspiro, si él bosteza yo me tenso. Vuelven los zumbidos, vuelven las sirenas. Soplan sus cornetas y replican sus tambores de desorden público. Yo resoplo. Ojalá aquél resople y aquellos a quienes no conozco, resoplen también; él resople y tú, conmigo y juntos, resoplemos. A cada golpe de tambor un latido, a cada soplo un resoplo, aunque sea en cualquier recoveco amigo. Que se vayan los vientos al infierno, que se queden sin aliento los mercados con sus primas de riesgo y nos dejen a los demás, por fin, tranquilos y sin resoplar.

viernes, 11 de mayo de 2012

SOBREMESAS TRISTES

Un domingo en la playa da para mucho, sobre todo si aparte de juguetear tímidamente con los primeros baños o dejar senderos en la arena se sienta uno en el chiringuito para descansar y reponer fuerzas. Una caña, unas sardinas y una placentera conversación resultan una estupenda oferta parta consumir unas escasas horas de ocio. Puede ocurrir que la persona con la que estás reciba una llamada perdida en el móvil y acuda presurosa a la comunicación impuntual. Si esto pasa quedas, por unos minutos, ensimismado con las cosas propias de uno y, de paso, pueden repelarse las espinitas de las parrochas, limar el hueso de las aceitunas o apurar el culo de la refrescante bebida. Pero además de estas cosas superficiales y apetecibles pueden hacerse también otras cosas que complacen la curiosidad y aplacan la espera.

Por ejemplo observar las mesas de alrededor, afinar el oído y empaparse de esas historias de gentes desconocidas y que jamás volveré a ver casi con toda certeza. Y he aquí que me encuentro en esa incómoda situación de encontrarme solo, sentado en una terraza, azotándome la brisa y esperando a la compañía. Así que, rosigados los huesos y acabada la cerveza pongo todo mi interés en el entorno más cercano y mientras paso revista agudizo la audición a las siguientes escenas:

Un grupo de adolescentes desconsolándose por los infortunios del Madrid y Barça en sus eliminaciones de la Champions; unos franceses comentando su primera visita a España y a sus playas; una pareja cuarentona pendientes de su pequeña que está jugueteando en la orilla, en tanto ellos dan cumplida cuenta de un apetecible plato de calamares a la plancha…

En otro lado unos macarras recuperando los niveles de alcohol en la sangre y sacudiéndose la resaca de una noche sin dormir mientras comparten una jarra de cerveza; cuatro amigos, ya maduros, celebrando algún aniversario con vino rosado y espumoso, deducción que extraigo por la cantidad de brindis que proponen; una joven pareja descubriéndose los lunares de la piel desnuda mientras practican el arte del beso y un señor con bermudas jugando al solitario.

Pero más me llamaron la atención unos comensales sudamericanos. La señora, ya mayor y aderezada de maquillajes, colgantes, sortijas, brazaletes y un monedero espectacular, presidía la mesa. La flanqueaban unos sobrinos –deducción personal- acompañados de sus respectivas novias. Los parientes debían ser los hombres, porque eran los que llevaban la voz cantante y los que demandaban al camarero los platos apetecidos, en tanto ellas asentían con timidez. El caso es que uno pedía una cosa, el otro otra, el tercero su propio capricho y el cuarto lo que faltaba; que aquella mesa, sin protocolo ni mantel, parecía un rincón de manjares con cada cuenco maravillosamente cocinado y  que abría el apetito y despertaba al estómago más perezoso nada más con mirarlo.

Yo me fijé en la mujer que, muy seria, arbitraba la mesa. Compungida, silenciosa, distraída, oculta en sus grandes gafas de sol e inexpresivos sus labios, observaba cada movimiento, palabra, solicitud, comentario, chiste y frase de unos niños malcriados que cumplían a la perfección el papel de depredadores tiburones. Ignoro si la señora tenía una radiante cuenta corriente, espero que sí. Pero puedo atestiguar que lo sobrinos  ni le miraron a la cara ni le dirijieron la palabra. Así que todo lo apetitoso que los vampiros se comieron a mí me produjo desgana. Pobre mujer acosada de sanguijuelas y pobre tan huérfana de cariño.

Volvió la mujer, me refiero a la mía, y le supliqué que no me dejase más sentado y solo. Quédate. Porque si te vas lo somatizo todo.


Música sugerida: SHINY DAYS. Anni B Sweet

martes, 1 de mayo de 2012

1 DE MAYO


Hoy es 1 de Mayo, jornada anual que conmemora el Día de los Trabajadores prácticamente en todo el mundo mundial. Todo empezó el año 1889 cuando el Congreso Obrero Socialista, celebrado en París, homenajeó a los mártires de Chicago, reivindicando las mismas causas justas que abanderaron aquellos primeros obreros, asesinados por esquiroles. Santo y seña, este día primaveral, para millones de trabajadores que nos precedieron, en sus luchas,  hasta los tiempos actuales. Día histórico para recordar que nada ni nadie regala nada, y que conseguir un palmo de dignidad o un metro de derechos ha costado siempre sangre, sudor y lágrimas.

Es verdad que hoy no todos los trabajadores, hombres y mujeres, se encuentran en los mismos niveles de comodidad, garantías e incluso esperanzas. Desde los emprendedores empresarios hasta los estoicos autónomos, desde los funcionarios a las amas de casa, desde las empleadas del hogar hasta los jornaleros del campo, desde los comerciantes hasta los feriantes, desde los empleados en producciones en cadena hasta los largos turnos a destajo, todos son trabajadores desde el instante en que bien viven, viven o sobreviven, de su trabajo.

Pero en general existen clases sociales entre la clase trabajadora, y en esa geometría piramidal se establecen jerarquías que afloran las mismas miserias humanas de siempre: envidias sanas e insanas, competencias leales y desleales, carreras desenfrenadas hacia el triunfo y el éxito, los falsos premios que publicita la cúspide. Desde el peón menos cualificado hasta el ejecutivo más capaz se edifica una tela de araña que atrapa a todo el mundo, donde todos pretenden alejarse de la periferia para establecerse en el cómodo centro, a salvo de vaivenes y caídas libres al abismo.

Pocos tienen conciencia que se trata del mismo tejido social y que formamos el digno e ingrato club de los trabajadores. Los más desamparados estiman a las clases medias como demasiado afortunadas, y éstas a las de arriba como el sueño inalcanzable. Con el viejo slogan del “divide y vencerás”, diseñado por el poder, no se sienten ni los unos ni los otros como un mismo cuerpo, y las luchas entre gremios y sectores distintos debilitan la fuerza del colectivo y fortalecen los intereses parciales y particulares.

Últimamente los Uno de Mayo dejaron de ser populares y reivindicativos, por lo menos para la gran mayoría trabajadora. El aburguesamiento de las capas medias, el sentir casi unánimemente que todo estaba bajo control y que con trabajo, paciencia y suerte cualquiera ascendería en rango y calidad de vida, adormeció a unas sociedades con vendas en los ojos y bocas amordazadas. Por eso llevamos unas décadas donde este festivo día estaba escrito en el calendario como un picnic campestre.

Hasta que una gestada y feroz crisis, unos gigantescos desfalcos, unas corrupciones incontroladas y unos políticos mediocres han removido las entrañas del bostezo y todo el mundo se ha puesto en tensión. Las siestas plácidas pasaron a la historia y la incertidumbre, las dudas y la indignación comienzan a gestarse, como los zombis que salen de sus sagradas y tranquilas tumbas.

Ni las viejas canciones murieron del todo, ni los viejos poemas quedaron en el olvido. Han bastado unos tristes y peligrosos acontecimientos para que todo cobre la olvidada vigencia. Porque la poesía sigue siendo un arma cargada de futuro…

Música sugerida: LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO. Paco Ibáñez. (Poema de Gabriel Celaya)

miércoles, 18 de abril de 2012

CUENTA CONMIGO

Temporadas son de vivencias tenebrosas. Nadie sabe bien cómo acabará esta historia, parida por codiciosos y que nadie de nosotros inventó, que nos va poniendo los pelos de punta. Poco tiempo atrás, en esas páginas de los calendarios que aún no envejecieron lo suficiente, podíamos planificar algunas cosas. Proyectar planes a medio plazo, diseñar siluetas de sueños que retaran utopías…, para acomodarnos con confianza a los desafíos venideros.

Hoy eso ya no es posible. Demasiada programación y esfuerzo inútil es pensar en la semana que viene, porque nos invaden las noticias, como destellos de relámpagos, que anuncian avisos desagradables. Un Jefe de Estado de caza mayor cuyo accidente casual nos reveló su paradero, unos copagos sanitarios que no por no esperarlos nos tranquilizan, unos reajustes educativos que llevarán mil razones bajo el paraguas de la justificación, pero que se alejan de los ámbitos de la calidad y el sentido común.
Y mientras lo vientos azotan por aquí o por allá, en tanto la loca primavera nos depara tormentas o calores, la vida sigue para los demás mortales, para los que no hacemos ni ruido ni alboroto, para los que comentamos en voz baja cómo las agujas de los relojes cambian su dirección hacia atrás, no para detener el tiempo, sino para retrocederlo mientras envejecemos.

En estas circunstancias me apunto a la ternura, me afilio al beso y me entrego al abrazo. No opondré ninguna resistencia, ya me las minan los decretos y sus leyes. No ofreceré ninguna obstinación a la palabra sincera, a las miradas limpias, a los nobles gestos.

Cuando los silencios conviven con los susurros de desaprobación, cuando la inocencia de los desamparados concurre con los ávidos ladrones de guante blanco, -mercaderes de la avaricia-, reivindico la sencillez. Prefiero un beso a una tertulia, un guiño a una promesa aplazada y un encuentro a tantas palabras vacías. Así que, si sientes lo mismo que yo, cuenta conmigo. Pocas cosas importan ya, a estas alturas, que no sean tan necesarias. La amistad, el cariño, la sinceridad y el corazón, aunque también partido de sueños rotos, dispuesto para abrirlo, jamás para cerrarlo.

lunes, 2 de abril de 2012

SONRISAS EN LAS SOMBRAS

Hace ya tiempo le dijo mi padre a mi madre, y no lo volvió a repetir, esa frase pletórica de simpleza y sentido del humor que resume su existencia vital y que homenajea a su propia vida: “Si muero antes que tú no me pongas los zapatos negros, que me hacen daño”.

En tiempos donde las tinieblas ocultan la luces y los incendiarios avasallan desde el poder, como recordatorios del Ku-Kus-Klan, conservar la paciencia, recuperar la simpatía o reivindicar el humor, aunque sea negro, viene pero que muy bien.

Afloran ahora, que llega la primavera, tantos motivos para llevarse las manos a la cabeza que cualquier comentario superfluo que alimente la cordura, que rescate la sonrisa o invite a un guiño se agradece infinitamente.

Las noticias diarias indigestan estómagos, pervierten la tranquilidad y alteran las esperanzas a corto plazo. Parece que vuelven las épocas de vivir el día a día, porque pronunciar Mañana es un reto demasiado arriesgado para quienes están acostumbrados al control.

Ocurren a veces los milagros, pero al revés. Es fácil aspirar a que los sueños se cumplan de una vez y lo más rápidamente posible, pero sucede últimamente que lo que teníamos a la vista y tan a mano lo perdemos en media hora y los planes de varias décadas se vienen abajo en cien días.

Por eso cuando se escucha un recado, cuando se recibe un mensaje de tranquilidad escampan las nubes, por más que sea una leve ilusión. Hacía tiempo que no me decía nadie una frase tan determinante: “Estás oculto, nadie te ve, sal a la calle y muéstrate, con tus tonterías y miserias, pero no escondas lo que has sido ni lo que quieres. Utilizo mis influencias”.

Palabras, humor y sonrisas. Poco más puedo pedir a la vida a estas alturas, más cuando los días tiemblan, como palpitan los corazones, si ignoran horizontes despejados y las angustias taquicárdicas.

Así que no me oculté, salí a la calle y mostré mis tonterías y miserias, sin esconder lo que fui y lo que quiero. Hay veces que el valor de una carcajada es más intenso que el dolor de la impotencia. En cualquier caso, porque reír es más beneficioso que el llanto puse, a los malos tiempos, muy buena cara. Como cuando sonaban aquellas viejas y hermosas canciones, que nos hacían soñar en blanco y negro y los sabores salados se convertían en miel.

Música sugerida: SAPORE DI SALE. Gino Paoli

martes, 20 de marzo de 2012

EL YO-YO DESAMORADO

El yo-yo es un simple juguete con un sencillo mecanismo. Un disco, que puede estar hecho de distintos materiales, contiene un cordón enrollado que podemos hacerlo bajar y subir de su ranura conforme lo agitamos con la mano. Aunque se puso de moda por la vieja Europa no hace muchos años en realidad su invención se originó en China hacia el año 1000 a. C. Sin embargo no pretendo realizar una reflexión sobre esta entretenida diversión, sino entrelazarla con los vaivenes de los sentimientos.

En el argot ciclista se emplea un lenguaje que hace referencia al yo-yo, y es el término goma. Quienes hacen la goma en el pelotón son los que se descuelgan de él y, en un alarde de esfuerzo y heroicidad, vuelven a engancharse al grupo. Esta insistente acción de enlazarse y separarse, una y otra vez, dura mientras soportan las fuerzas, pero el titánico empeño acaba por pasar factura, y el corredor pierde rueda definitivamente.

En los asuntos del amor suele pasar algo parecido. La convivencia entre enamorados propone un paseo de pedal sin ánimo de victoria, sin competencias desleales, sin frenadas a destiempo ni aceleraciones sin sentido que intranquilicen el viaje. La caminata no tiene ni siquiera un destino común, pues no siempre llegan los dos a ese edén maravilloso cual se sueña en los estados de la ilusión. El paraíso no se encuentra en ningún final, sino en el viaje mismo.

Pero a veces las prisas de unos por avanzar más metros o las perezas de otros por ralentizar la excursión conllevan a un desencuentro donde los ritmos son distintos y descoordinados. Llevan el pedaleo cambiado, como los pasos cuando se confunden las coreografías desaprendidas. Las dos vidas montadas en bicicletas tropiezan en los evitables socavones, alguien empieza a hacer la goma y la media naranja aprovecha para el despegue, antes de esperar.

El yo-yo, ese viaje de subir y bajar, se va convirtiendo en cotidiano hasta que un cruce de caminos aclare la trayectoria y defina posiciones. Quizás se reemprenda más despacio el mismo camino o puede que cada cual elija nuevos destinos. Cualquier opción será válida si se alivia el pedaleo y nadie asume el papel de carga. Los yo-yo sirven para los aprendizajes, no para hacer de ellos una vocación. Ir detrás para conectar y quedar de nuevo fuera de órbita, sin la compañía de apoyo, no resulta un agradable recorrido.

Por eso, porque los juguetes se rompen si los despreciamos y las gomas retienen libertades si no nos dejan andar, mejor apearse en el próximo cruce de caminos, elegir una nueva ruta y pedalear con cadencias más complacientes. Es preferible sentirse cerca, hasta que irrumpa el silencio de la distancia o el yo-yo acabe por romperse.

Música sugerida: CLOSER. The Corrs



lunes, 12 de marzo de 2012

ÁRBOL GENEALÓGICO

El señor X fue un joven apuesto que aspiraba la vida de un sorbo y la devolvía a bocanadas. Bohemio, mochilero, artista, tocó todas las teclas de su presente para vivir sus antojos. En su época universitaria ayudaba su maltrecha economía con trabajos esporádicos y donaciones, puntualmente semanales, de sus semillas seminales para bancos de semen. Luego, con los años, asentó la cabeza, como suele decirse de quienes espabilan con el tiempo, se rinden a los sobresaltos y se acogen a prolongadas temporadas de calma.

El señor X se casó años más tarde con la señora Y, olvidadas las crisis, con ocupaciones acomodadas y estables, como suele decirse de quienes se aburguesan cuando florecen las canas. X e Y no tuvieron hijos, desobedeciendo a la tradicional costumbre. Luego se supo que era ella quien no podía por infortunios de su matriz infantil. Sopesaron, con sus días y sus noches, adoptar un niño, aunque ella quería una niña. Mas los planes no cuajaron porque, por unas historias por aquí, otras por allá, discusiones por cualquier cosa y crispaciones a las primeras de cambio se fueron distanciando, como a quienes después de quererse mucho se les atenazan las emociones de frío y los músculos rehúyen esquivos los abrazos.

El caso es que X e Y acabaron por separarse, no sin sufrir durante meses las consecuencias, en ocasiones traumáticas, como quienes las padecen cuando quedan solos y sin referencias. El señor X retomó la vida como si empezara de nuevo, como asimismo hizo la señora Y. Fue a partir de este momento cuando X se ilusionó de nuevo, cuando descubrió a aquella joven cuyo atractivo y sensualidad le resultó irresistible. X intentó seducirla, empleando esas dotes que aún conservaba de Don Juan, como quienes desprenden esas energías soterradas durante tiempos inmemoriales y consiguen sus minutos de gloria.

Finalmente X conquistó a la joven, a la que desde ahora bautizo como XY. Fueron felices, como cuando los cuentos adornan la ventura con la ingestión de perdices. Pero, como en los argumentos tristes de las películas, o por la fatalidad que asoma más tarde o temprano, ella se puso muy enferma. De modo que XY se hizo pruebas y más comprobaciones hasta que le diagnosticaron una rara afección, una extraña patología que necesitaba de la generosa concesión de un donante. XY no tenía hermanos, ni primos, ni tíos que encontrara de ningún sitio y su madre falleció siendo ella una niña, antes de confesarle que hubo una feliz conexión entre su vientre y la ciencia.

El amoroso acompañante se hizo las certificaciones médicas pertinentes, hasta las más inimaginables consultas para ayudar a su reciente esposa. Por fin le alegraron el corazón al confirmarle que era compatible; pero a veces no hay júbilos duraderos, porque le acompañaba una impactante noticia. Su ADN así lo atestiguaba. Su mujer, su querida XY, era su hija. Esposa y vástaga.

Todo el mundo tiene su árbol genealógico, aunque nos perdemos a partir de las terceras generaciones. La sabia ciencia injerta sobre las ramas enjugadas con las mejores intenciones, pero la misteriosa ciencia también tiene leyes de confidencialidad, donde bajo ningún concepto se permite traspasar información reservada. Así, el órgano de un trasplante deberá permanecer en el eterno anonimato de quienes lo entregaron y lo recibieron. Igualmente en el recóndito misterio queda el semental y la mujer agraciada. Hay plantas genéticas que, de un plumazo, desaparecen de los mapas.

Por eso, en ocasiones como ésta, los injertos de la ciencia son envenenados y las ramas de los árboles genealógicos, entumecidas por las tristezas de sus portadores y por las buenas esperanzas de sus receptoras, se convierten en aviones de papel.

Música sugerida: AVIÖES DE PAPEL. Rodrigo Leao

jueves, 1 de marzo de 2012

COMPARTIR

Hay infinitivos verbales que son malditos: matar, robar, torturar, odiar, despreciar…Sin embargo, siendo los que crean más indignación al pronunciarlos son los más codiciados en las agencias periodísticas y en las redacciones de prensa, resultando imprescindibles sus evocaciones para mayores tiradas de ejemplares o subidas de audiencias. Mi verbo preferido es compartir, porque la soledad es triste por la desolada compañía, la alegría está desangelada si no hay nadie que participa y el desconsuelo se magnifica si no existe un aliento cercano.

De hecho ocurre a veces que el júbilo de una fortuna o un próspero negocio resulta efímero cuando los demonios dividen las haciendas en vez de conservarlas, deriva en disgustos y no en felicidades, destroza afectos cuando asoma el aborrecimiento. Cuando vienen épocas de penurias es más fácil desentenderse con excusas infantiles: “estaba cantado, cosas del destino, te lo has buscado, la vida es así”. Cualquier pretexto es válido para culpabilizar a lo ajeno, a terceras personas, al mundo en general, de las desgracias propias o cercanas.

Pero, con tiempos bondadosos o etapas dificultosas, el infinitivo que más me agrada es Compartir. No tiene evasivas, ni disculpas, ni razones, ni juicios, ni prejuicios, ni normas, ni derechos, ni tampoco obligaciones. Cuando se comparte se da todo sin importar qué hay detrás o qué nos espera delante. La acción de compartir no entiende de fríos, de calores, de fortunas, de pobrezas, de promesas falsas, ni de lealtades comprometidas. Compartir es extender los brazos para traspasar las miserias y las venturas, despegarse del ego para entregarlo a otro, recoger otras pesadumbres para hacerlas nuestras, asumir los quebrantos ajenos como si fueran nuestra sombra, fundir lágrimas distintas y amalgamar en un abrazo el regocijo.

Los otros verbos tienen fáciles tentaciones y malos asesoramientos. Y aunque triunfen en las ediciones de las portadas y en los caudales financieros están condenados por una mácula, la silueta que tienen los ganadores perfectos en los paraísos del egoísmo. Tristes edenes decorados por animadversiones, envidias, recelos, desconfianzas, indolencias y desamores.

Aun en los peores escenarios, compartir lo más tierno y lo más aciago se convierte en una obra de arte, en un milagro existencial, en un propósito infeliz de transformar el instinto más inocente en el sentimiento más extraordinario. A veces ocurre. Más que palabras, existen abrazos que nos besan.


Fotografía de Laura Torres Gandía

Música sugerida: HÁ PALAVRAS QUE NOS BEIJAM. Cristina Branco

jueves, 23 de febrero de 2012

CUMPLEAÑOS Y CUESTA ARRIBA

Sí, hace apenas unos días cumplí años y me alegré de que mis gentes, las personas que me aprecian se acordaran de mí. Pero me da miedo cómo pasa el tiempo. No me importa hacerme mayor, envejecer sin prisa, pero me asusta que acumular años va en proporción contraria a la estabilidad. Cuando era un niño me decían que tenía que llegar a ser un hombre de provecho, cuando tenía dieciocho estaba lleno de ilusiones, de esos sueños en que conviertes las utopías en proyectos alcanzables, cuando tenía los cuarenta seguía siendo un inconformista con la bandera de la esperanza y ahora, con muchos años más, escribo mis relatos con la estela del desencanto.

Las utopías se hacen cada vez más lejanas, los hermosos sueños se los comen los odiosos fantasmas y la rebeldía choca una y otra vez con las mismas intransigencias. Si echo una mirada atrás sigo siendo aquel niño pletórico de inquietudes, pero bastante más cansado. Más cuando a cada metro que se consiguió avanzar de sentido común nos hacen volver sobre nuestros pasos otros siete, y me da la sensación de que ya no caminamos, por más que aligeremos las piernas, sino que encontramos en el camino el mismo punto de inicio.

Yo no quería correr, sino andar deprisa. No quería atraparme en mis propios sueños pero sí que las nieblas de la vida se despejaran lentamente. Conforme continúo me cruzo con gentes que ya están de vuelta para reemprender la cuesta, otra vez, desde abajo. Ya no transcurrimos para saborear la vida, vivimos para satisfacer a quienes nos quieren ver como esclavos. Por eso a más años, más cuesta empezar de nuevo, con más indignidad para reivindicar la dignidad, con mayor rebeldía para gritar al conformismo, con más ironía para insultar a los emperadores del mundo, con más coraje para que la historia de los luchadores no quede en vano.

Sí, soy más viejo y me alegro por ello, pero más cascarrabias porque de nada nos sirve el progreso, ni la tecnología, ni los avances en tantas cosas si seguimos ahora igual que esclavos que nuestros antecesores. Pero lo que más me duele es la ceguera de quienes ignorándolo casi todo, justifican hasta la saciedad los pasos cambiados y asumen con indiferencia la manipulación calculada. Estoy cansado, sí, pero aún vivo. El camino que me queda es más corto y la cuesta que subir parece interminable. Pero como la vida es una escuela de aprendizaje procuraré dosificar las fuerzas y buscar los buenos atajos. Los zombis que sigan por el principal sendero, bien adiestrados en el silencio y convenientemente obedientes. Procuraré seguir, aunque me estorbe la mordaza.

Sí, hace apenas unos días cumplí años y sigo por el camino.

Música sugerida: SPIDER. White Snake

miércoles, 15 de febrero de 2012

SE FUE SAN VALENTÍN

Bueno, ahora que se ha marchado San Valentín de regreso, en Spanair, para invernar hasta el febrero que viene, volvemos a los estados cotidianos, a las cosas de siempre. Los regalos puntuales quedarán sin duda agradecidos, guardados, expuestos, comentados, lucidos. Fue el Día de los Enamorados y los besos de ayer invernarán también una buena temporada, pues los anuncios de los centros comerciales y televisivos se acostaron a eso de las diez de la noche.

Me gustan más los buenos días diarios como desayuno, me agradan más los encargos del día, me satisfacen más las discusiones veniales y domésticas porque sé que seguimos estando ahí, hasta la próxima temporada si ese Dios esperanzador existe y quiere, hasta el siguiente febrero. Prefiero los regalos de la acogedora compañía cuando me resultan casi eternos, mientras duran, por más que sean austeros en sus simplezas. Ese beso mañanero y ese otro del mediodía, ese comentario de qué vas a hacer o espérame a las siete. Esas monotonías que nos avisan de que aún estamos vivos, ese teléfono que suena a destiempo para robarte minutos de curiosas frivolidades.

San Valentín se fue pero las noticias de los telediarios son más tristes que en el invierno pasado, y los titulares de los diarios invitan a ojearlos más deprisa. Un poquito más añoso resistiendo vendavales, desencantos, distancias y fríos con la promesa de que Valentín, ese personaje de la era comercial, se asomará el año que viene por los escaparates y los luminosos anuncios para recordarnos que todavía seguimos en pie, firmes, tiernos, cansados y con los corazones henchidos de paciencia y esperanza.

Aunque para entonces yo habré dado un millón de besos, saludado las mañanas, bendecidas las noches y acostándome con el sueño de que vendrán mejores tiempos. La vida ya me sedujo y la acaricio todos los días, aunque a veces no nos entendamos.

Música sugerida: THE LONLY SHEPHERD. Gheorge Zamfir

martes, 7 de febrero de 2012

NADIE TE CONOCE

Cuando Marta nos dijo, poco antes de regresar de nuevo al lugar de su lucha cotidiana, que allí no la conocía nadie me quedé con la frase. Reflexionaba que cuando alguien se va lejos de su hogar añora los vínculos que crecieron con ella, pero las raíces se van perdiendo por los caminos. Llegar a un sitio nuevo no sólo es extraño, porque por muy cargado que viaje alguien de maletas el verdadero equipaje, los bártulos del alma, va vacío.


Es un volver a empezar, un esfuerzo cuya duda es saber si será recompensado, porque nadie sabe de tí, de lo que eres, de lo que has sido, de tu pasado, de tus amigos, de tu familia, de tu tierra. Un volver a reiniciar, con todos los sentidos en máxima alerta, la reivindicación de tu propia existencia.


"Soy fulanica de tal y estoy aquí. Nada más". Y simular que has vuelto a nacer para reencontrarte en tierra extraña. Pasear la dignidad de quien busca un espacio para volver a vivir y respirar otros mundos, como antes ya se hizo en universos más cortos. Reclamar el derecho a recuperar tu propia historia con otras lenguas, otros códigos, otras costumbres y seguir creciendo en los cimientos que caracterizan a las buenas personas: manos abiertas y miradas sinceras.


Pero acuérdate que antes que tú el mundo se llenó de viajeros, pululando de un lado a otro con mil motivos diferentes. Quienes huyeron del hambre se alejaron de una tierra desnutrida y forjaron sus propias aventuras y desventuras en las páginas de sus destinos. Quienes marchan para descubrir, aprender y trabajar están condicionados a un futuro incierto, pero es intransferible y suyo. Hoy el desasosiego está en todas partes, y pocos se libran de él. Así que, aunque camines por el fino alambre, con el vértigo que produce, no mires al vacío.


Transita con la cabeza alta y sin temblar. No te amedrentes en el paso. Tienes una historia, la tuya, que contar; intensa y hermosa.




Música sugerida: IN A BAR. Tango With Lions

miércoles, 1 de febrero de 2012

STEFI

No por esperar tu visita, tiempo atrás anunciada, dejaste de ser una sorpresa; tu presencia fue como esos regalos inesperados que te alegran el alma y te hacen suspirar, agradecido a la vida. Tus días aquí fueron un estallido de alegría y con esa extraña sensación de que el tiempo se detuvo, como un aliado, y la distancia se hizo chica, como si hubieras estado con nosotros desde siempre, desde toda la vida.




Después de saber que ya estás en Buenos Aires, en casa, caminando por las cuadras de tus calles, después de intuir que ya has bostezado el cansancio del regreso, quiero agradecerte nuestra amistad y dedicarte este texto desde el Diván del Desencanto.




Como si el Atlántico empequeñeciera y se convirtiera en un simple charco de agua, como si los nobles abrazos y las risas compartidas hubieran avisado al azar de que tenían que realizarse, disfrutarse, vivirlas y compartirlas.




Los milagros a veces existen y cuando se cumplen los viejos sueños aspira uno bocanadas de esperanza a esa vida agradecida y respira el feliz aliento que guarda como un tesoro.




Nunca sabremos cuando volveremos a cruzarnos las miradas y a regalarnos la risa, pero ya sabes que esta casa nunca quedará cerrada y los recuerdos siempre alimentan fuerzas para seguir por los senderos, por esos caminos a veces tan distantes, a veces tan cercanos, que cerrando los ojos se cruzan y si los abrimos se separan.




Gracias por tu presencia, que fue un regalo, y gracias al destino, que nos convocó a una cita para los hermosos encuentros. Seguramente habrá otra vez, una nueva ocasión para estrecharnos las manos y humedecernos las pupilas, embriagadas las emociones. Porque el mundo, estimada Stefi, se nos ha hecho pequeño, aunque cuando alzamos la vista apenas alcancemos mirar más allá de una leve colina.




Música sugerida: COLD SONG. Henry Purcell

jueves, 19 de enero de 2012

ISMAEL SERRANO

Estimado Ismael:

Como bien sabes, la revolución más espectacular de la era moderna la representan las comunicaciones, más concretamente Internet. Es verdad que esta ventana universal ofrece todo tipo de información y también de entretenimientos, siendo una herramienta muy útil para unos y un desperdicio de tiempo para otros. Existen páginas indeseables donde pululan los engaños y desengaños, los timos, las tomaduras de pelo, la explícita violencia o las páginas de repugnantes pederastas, por no comentar la invasión publicitaria que nos come la pantalla cuando algo de verdad interesa; pero también sirve como utensilio para la instrucción, para el conocimiento, para la amistad y para el encuentro.

Hace muchos años llegó a mis manos un CD con temas tuyos. Me sirvió para abrir horizontes y salir de mis esquemas, preciosos ellos, de los consagrados Llach, Serrat, Prada y demás personalidades musicales que acapararon tantos años desde los tiempos inmemoriales de los coletazos del franquismo. Así que empecé a escuchar tus músicas y tus letras como los aleteos que proporcionan los aires frescos.

Pero antes que yo ya sabían de ti mis pequeñas hijas, quizás por eso me resultó más fácil pinchar tus cantos mientras escribía, leía o trabajaba. Hace como diez años, paseando por la cercana Almansa el placer de un domingo tranquilo y en familia, descubrimos que actuabas en el patio de aquel ayuntamiento y la sorpresa fue tan agradable que cambiamos los planes de vuelta para asistir al concierto. Un precioso recital donde disfrutamos de la cercanía y la ternura, como esos regalos que recibes cuando menos se esperan. Poco después te vimos también actuar en mi ciudad, en el Teatro Chapí, dándole una alegría a los oídos, a los ojos sin pestañeos y a los corazones emocionados.

El caso es que una de mis hijas, la más pequeña, se interesó por un grupo de fans tuyos que se creó en Internet; de ahí las alusiones del primer párrafo como prólogo. Ella entabló amistad con mucha gente, de esta parte del mundo y de la otra; y hace casi cinco años se trasladó seis meses a Buenos Aires donde compartió vivencias y amistad con una bonaerense de ese mismo grupo de admiradoras.

La argentina, que también asistió a tus conciertos en los teatros porteños, estuvo hace unas semanas por aquí, en nuestra casa, como devolviendo la visita, y resultó tan encantadora como cuando se sueñan encuentros imposibles o se desean los mejores finales de los hermosos cuentos. Por eso, admirado Ismael, he querido dejar testimonio, certificación pública, de las ventajas que a veces deparan estos contactos informáticos cuando pueden unir tanto a personas tan lejanas y distantes.

Y darte las gracias a ti, también públicas, porque cantar a un público en directo o escuchar tus canciones sentado en un sofá tiene también un impagable desafío: el sentimiento de que muchas personas anónimas, pero con nombres y apellidos, se conozcan, se estimen y compartan trocitos de su vida porque tú, quizás sin saberlo, las uniste. Gracias Ismael por tu humanidad, que conviertes en palabras y por tus melodías, que transformas en sueños. Y por nuestra amistad en Facebook.

Música sugerida: VINE DEL NORTE. Ismael Serrano

sábado, 7 de enero de 2012

JUEGO DE MANOS

Como suelo ser buen observador a falta de otros recursos, me fijo básicamente en la forma de andar de las gentes en primer lugar, después en su perfil general, más tarde en las manos y, si el observado me lo permite, en los ojos, en su boca, en su cara. Después llega el descubrimiento, a veces mágico y en ocasiones desafortunado, de escuchar sus voces y lo que dicen, que es lo que cuentan y narran sus almas.

Últimamente contemplo mucho las manos de quienes no han pegado golpe en su vida, que es una expresión muy común por aquí. Vida puñetera para los que más rodean a estos ejemplares y plácida para los del objeto de esta entrada; porque mientras unos disfrutan de su apatía de nacimiento otros, los que por rangos de familia o por amistad conviven a menudo con ellos, sufren con vergüenza ajena y con demasiada impotencia la vida de cuentista que cuenta historias, cuentos y heroicidades colgado de sus propias musarañas.

Porque hay que ver cómo se lo monta mucha gente, que les da acidez coger una azada o buscar su primer empleo, a estas alturas, con cincuenta años. Si no han trabajado nunca y siempre por culpa de los demás, crean su papel de víctimas y mártires de una sociedad acosadora y hostil con su inmaculada sensibilidad. Dramaturgos de la vida que lloran cuando hay que pedir y se ríen de los demás cuando se consuelan en la abundancia.

Hay quienes no sacan jamás las manos de sus bolsillos, quizás porque si las sacaran no sabrían que hacer con ellas tras tantos años de tenerlas quietecitas. Y cuando sucede que no las tienen en las faltriqueras, porque jamás se destetaron para ser libres, no saben qué hacer con ellas. Las dejan caer como cuando se descuelga algo de peso, las juntan para no sentirse solas una de la otra, las agitan sin control y sin saber dónde reposarlas, hasta que las cobijan de nuevo en los saquillos. Algunos las dejan en suspensión por detrás de la espalda mientras caminan, se rozan el trasero con el anverso y el reverso, las alzan para el frente y vuelta a atrás disimulando su extravío.

Otros gesticulan hasta aburrir con ellas y dibujan incluso estelas virtuales en los espacios vacíos. Intentar acompañar, casi festejar, su grandilocuencia en las palabras y ya no sabe uno si mirar hacia la boca que suelta fantasías o las manos que diseñan su vida desocupada de responsabilidades. Posiblemente las manos digan más de las personas que la habilidad de sus lenguas y será entonces por eso que espero impaciente su desenvoltura.

Es verdad que se habla con todo, pero todo acaba por delatarse. Así que sueño un día tras otro con manos tranquilas de trabajos bien hechos, seguras de haber cumplido, amigas para el sincero abrazo y tiernas para la ayuda. Los juegos de artificios y las expertas en malabares se las dejo a los artistas. Me gustan las manos sencillas cuyos vocabularios no me dejen bizco, que yo con los ojos trasojados no me entero de nada; por eso os ofrezco mis manos de vagabundo.

Música sugerida: VAGABOND. One Hour Before The Trip

jueves, 5 de enero de 2012

MIS LEJANOS REYES MAGOS

Perdónenme sus Majestades la confianza, pero perdí la costumbre de escribirles hace ya muchos años, cuando la vida empezó a abrirme los ojos y a bostezar con añoranza los hermosos recuerdos de la niñez. Si quieren que les diga la verdad empecé a sospechar de ustedes cuando, siendo yo pequeño, churumbeles de mi edad, vecinos o compañeros de clase recibían mejores regalos que los que obtenía yo en mi casa, y prometo por mi honor que sus comportamientos eran bastante menos ejemplarizantes que los míos. Sí, todo el año escuchando a mis padres que me portara bien si quería que los Reyes de Oriente complacieran mis peticiones, y reiterando las advertencias a modo de ultimátum, que no tuve otra opción que proceder adecuadamente por narices. Sabía que si no era digno de regalos me traerían el odioso carbón.

Las amenazas de mis padres, más que consejos, como todos los padres y madres del mundo, estaban planificadas no para enderezarnos en un camino de virtudes, sino para que la lógica hiperactividad, acompañada de travesuras, no diera mucho el coñazo durante el año, más aún en períodos navideños donde se anhela especialmente la paz y el descanso. A esa estrategia se le llama hoy chantaje emocional, no existiendo en aquellos años la figura del Defensor del Menor, cuya ayuda me habría servido una barbaridad. No quisiera aburrirles con mis lamentos que a estas alturas no tienen ningún sentido, pero es verdad que ustedes me trajeron cosas más ruines que a otros de mi edad y bastante más desobedientes que este servidor.

Y eso que me esmeraba en las cartas a sus Majestades, afición nada recompensada que por lo menos me sirvió para aplicarme en la escritura. En fin Mágica Realeza, más de una vez me sentí timado y a cada expectación impagable de noche de Reyes me llevaba una decepción al día siguiente, desengaño fugaz al comprobar que no era el único, pues mis hermanos andaban a la par. Llegaron a recordarme a “Bienvenido Mr. Marshall” por sus apresuradas apariciones. Puede que tanto chasco reiterado formara en mí ese carácter desesperanzado, que hoy titulan mis columnas los desencantos que escribo. No les echo toda la culpa, pero comprendan ustedes que con tanta carroza llena de regalos, tantos pajes trajinados y con bolsas, tanto saludo cariñoso lanzando besos y sonrisas a los niños, tanta espectacularidad en la cabalgata, con los municipales abriendo el desfile, pues qué quieren que les diga, uno se lo cree.

Luego nos teníamos que acostar temprano, dejar los zapatos en el balcón, un poco de mazapán para mostrar gratitud y algo de calabaza para los camellos. A este ritual sigue el insomnio, porque a ver quién es el guapo que duerme controlando la ansiedad. No hay que olvidar que se acercaba el momento más ilusionante del mundo. Así que, cuando eran mis hijas pequeñas les advertí que no se fiaran mucho: si caía algo complaciente, bien; si no, también. Y no me arrepentí. Sigan ustedes con el papel de magos, pero hoy son ellas, mis hijas, las que regalan mis sueños.

Música sugerida: THE WORLD WE KNEW. Sara Lov