viernes, 30 de diciembre de 2011

FELIZ 2012





Ya que no tenemos la clave para desaliñar una crisis que no hemos inventado, pero que nos entumece los ánimos y las entrañas, ojalá tengamos la llave para compartir, aunque sea lo poco que nos quede, el pundonor que nos sobra.

Deseo a mis amigos del blog y a los del Facebook arrestos y alegrías suficientes para combatir los años duros y venideros. Y para empezar, este 2012 que asoma ya la nariz.

Un abrazo y un millón de alientos mientras comparto con vosotros mi personal tarjeta de fin de año. Los poderes no la merecen pero, faltaría más, a tí que no te falte mi sincera felicitación. Deseo que no nos perdamos en la niebla.

Música sugerida: THE KEY. Anne Clark


miércoles, 28 de diciembre de 2011

JUGUETES

El juguete siempre ha existido aunque no tan sofisticados como ahora. Seguramente hoy se expanden por todos los rincones e hipnotizan ojos inocentes por necesidades comerciales y por intereses en aras de un mayor beneficio económico. Antes se reciclaba cualquier material y se reconvertía en un juguete y a partir del invento entraba en escena la fantasía, la creatividad, la inspiración, la invención de historias que transformaban los sueños en una manifestación de energías y en una liberación de adrenalinas. Existía una interacción entre el objeto y quien lo utilizaba, creándose una magia entre lo inanimado del cachivache y el sentimiento de quien necesitaba disfrutarlo.

Hoy los niños tienen menos opciones de elegir. Los chismes del juego no suelen implicar a la imaginación, siendo el juguete quien absorbe toda la atención y minimiza la inventiva. En cuanto a los adolescentes el problema se engrandece. Los juegos preferidos, esos que se visualizan en una pantalla, dejan menos margen de maniobra. No predominan las habilidades para el desarrollo del pensamiento, de la habilidad, del reflejo mental. Abunda el mensaje destructor, agresivo, exterminador, no importando a quién hay que quitar de en medio; simplemente se elimina a quien el programa decide liquidar. Poco importa que los ajusticiados en el paquete sean los buenos, o los mejores, o los héroes, o los últimos supervivientes. Hay órdenes de ejecución y punto.

La capacidad de pensar por uno mismo se relativiza, la posibilidad de cuestionar los mandatos se reduce, la opción de juzgar decisiones no están previstas y la oportunidad de cambiar las reglas del juego son inexistentes. No cabe por tanto margen de réplica, ni de protesta, ni siquiera de indignación. Las drogas de estos videojuegos adormecen y esclavizan a quienes los consumen y el paso de la ficción a la realidad es demasiado estrecho. Son programas teledirigidos a la manipulación, al riesgo de rozar la brutalidad, a no reconocer lo que es mentira a lo que es verdad.

Allá cada cual con sus preferencias. Pero, si tuviese que elegir entre un adolescente en fase de caída al vacío o un niño perdido en la babia que aún puede recuperarse en los valores solidarios, prefiero salvar al niño que todavía es educable que evitar la decadencia voluntaria del consumista consciente y atrevido.

Por eso compañeros del blog, amigos del Facebook, leales lectores que amáis la prudencia, si tenéis hijos, sobrinos, nietos, ahijados, bambinos preferidos o pequeños ensimismados, regalarles cosas que activen la imaginación, que sean solidarias, que se puedan compartir y que les ayuden a crecer con dignidad y con lozanos sentimientos. Las demás ofertas favorecen los egos, los fantasmas, las imbecilidades y las postreras angustias. Mejor prevenir ahora que ser víctimas de un posterior e impotente arrepentimiento.

Música sugerida: SUNDAY GIRL. Florrie Arnold

sábado, 24 de diciembre de 2011

ENSAÑAMIENTO Y NOCHEBUENA

El ayuntamiento de Madrid ha aprobado recientemente una ordenanza por la que podrá multar a quienes roben comida, en los cubos de basura, con una sanción de 750 euros. Ignoran los políticos municipales y autores de tal barbaridad que recoger de un contenedor lo que los demás tiran no es robo, ni hurto, ni hay en ello intimidación ni violencia. El grado de cinismo es tan increíble que son incapaces de pensar que si fueran los indigentes solventes para pagar el recargo no irían a buscar desperdicios, irían a una tienda a proveerse de los dignos alimentos. Cuánta lástima e indignación me produce tanto ensañamiento hacia los más desvalidos de la sociedad. Me repugna además la nula sensibilidad de los gobernantes, que incapaces de ofrecer soluciones y evitar las bolsas de pobreza, castigan todavía más a los que nada tienen.

Volvemos al dicho que “al perro flaco pulgas con él”, pero aplicado no a perros, que también tienen su derecho a una vida plácida, sino a personas con nombres y apellidos. El poder siempre repite los mismos esquemas, no tiene piedad con los humildes y protege a los que activan las desigualdades. Flaquea más y más a los estómagos delgados y engorda a las pomposas fortunas con parabienes y favores. Condenan los políticos, esquiroles de los mercados, a crónicas e indefinidas huelgas de hambre a los pobres de verdad, a los que no tienen dónde caerse muertos, a los desahuciados, a los sin techo, a los marginados que las personas de bien no quieren ni ver.

Sin embargo no emplean dietas de adelgazamiento a los que sobrepasan el peso de sus cuentas corrientes, a los obesos de capital, a los que de verdad defraudan impuestos y evaden haciendas con absoluta impunidad. No desnutren sus bolsillos para una sensata distribución de la riqueza, no reparten ni sus duros corazones ni los céntimos egoístas que no sirven ni para propinas.

Y esta noche es Nochebuena. Los sinvergüenzas contemplarán, incluso derramando alguna estúpida lágrima, sus detallistas belenes, sus adornados árboles de Navidad, ultimarán las últimas compras con sus tarjetas de Oro y arroparán a los suyos en la comodidad de los dulces hogares. Y entrarán por sus chimeneas los Papás Noeles, con sus pajes y sus bolsas llenas de aguinaldos felicitando tan especial noche. Y luego descorcharán los caros cavas, degustarán el auténtico caviar y probarán los mejores turrones. Y luego la semana que viene los Reyes Magos, que ya están de camino, premiarán a los niños buenos y traerán carbón a los malos.

Sólo que desde hace una eternidad los buenos son los de siempre y los desamparados son más. Cada vez son más los que se olvidaron de lo que es Navidad, y la Nochebuena, y la Nochevieja y tampoco hay para ellos Años Nuevos. Son los mismos de siempre, oscuros, sin luces y con el humillo del triste carbón inmerecido.

Que tengan buenas cenas políticos y mercaderes. Pero si alguien de ustedes se atraganta con el bigote de una gamba o la punta de un percebe, no se agobien antes de morirse. A veces son cosas que pasan, y será mejor despedirse tranquilos que neuróticos. Y si no les convence la cena pueden bajar a la calle, buscar cualquier contenedor y encontrar un manjar descompuesto. ¡Ah! Y lleven por si acaso 750 euros en el bolsillo, por si algún municipal les sorprende. Y deléitense con las luces navideñas, ya que ustedes carecen de luminosidad propia.

Música sugerida: DUST, FLESH AND BONES. Matt Elliott

miércoles, 21 de diciembre de 2011

REENCUENTROS

Al llegar a casa hoy me he llevado una sorpresa, aunque mayor asombro se llevó mi mujer (aunque no me gusta llamar así a las esposas de nadie, ni a la mía, porque denota un calificativo de pertenencia). Al entrar, mi compañera me presenta a su primer amor, al que ya llegué a conocer hace aproximadamente treinta y cinco años. Porque, mucho antes de consolidar mi relación sentimental con la que hoy me acompaña y es madre de mis dos hijas, ellos ya se conocían, se escribían cartas de amor y se dieron los primeros besos que enseña la vida.

Yo, como no podía ser de otra forma porque en la cortesía me eduqué, fui amable en todo momento y atento y comprensivo a los recuerdos y a las vicisitudes de una historia. Recogimos los teléfonos, los correos, las señas de localización. Compartimos una cerveza y se despidió agradecido de haber encontrado a ese primer amor de adolescencia, un amor que fue el primero y al que siguieron otros más; pero fue el primero, el que algunos catalogan como el más importante, tan emocionante, tan primaveral que jamás se olvida.

La experiencia me ha sido útil para actualizar el blog, pues me ha permitido repasar esos rincones del alma y esos cruces de caminos que determinan los destinos caprichosos. Sí, ese cruce de caminos que se producen en la vida y se duda cuál es el correcto, el desaconsejado, el peligroso o el más prudente. ¿Quién lo sabe a esas tiernas alturas de la edad? Ese cruce de caminos que pueden cambiar la vida por completo si escogemos una ruta a la derecha, a la izquierda o hacia delante, porque nunca hay una huída hacia atrás.

Quizás unas cartas no recibidas, o si recepcionadas mal interpretadas, o unas presiones familiares o sociales, o un entorno parcial y subjetivo empujaran a que los caminos no compartieran la misma senda, a que en la misma bifurcación los dos tiraran en diagonales distantes, incluso en derroteros paralelos pero nunca encontrados. Y, en estas circunstancias de dudas y titubeos, avanzar unos metros en otra dirección puede suponer un trayecto sin retorno.

En cualquier caso ese primer amor, siguiendo pistas y pesquisas, dio con su primera prometida. “¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? ¿Qué tal te fue la vida?” Imagino los sentimientos retorcidos, soñados, impulsivos, contradictorios, arrepentidos, y todos sin respuestas ni sentido, que se habrán agolpado en menos de un minuto; ese minuto eterno e instantáneo de un abrazo nervioso, de mirarse a los ojos y esbozar una sonrisa de sorpresa, de miedo y también de nostalgia y alegría.

Y aquí me encuentro ahora, intentando relatar una historia que pudo ser y no cuajó por los condicionantes que fueran. Intentando describir profundos sentimientos que brotan en un segundo y preguntándome por qué fui el último. Procurando indagar en los misterios de unos corazones que pudieron viajar juntos en el tiempo y que un cruce de caminos los condujo por túneles distintos.

Qué más puedo escribir. Me siento afortunado por mí. Triste por él. De lo demás poco quiero saber. Tan sólo me atormenta que un día me encuentre en medio de un incierto cruce de caminos, cuando las emboscadas inoportunas me pregunten quién soy y adónde, si acaso lo sé, camino…

Música sugerida: SIGO ENAMORADA DE TI. Edurne

jueves, 15 de diciembre de 2011

DUNA Y MARINA

Duna y Marina, Marina y Duna. Yo, que no creía en los ángeles, por lo menos en nuestra dimensión terrenal, los he encontrado. Bueno, en realidad son dos querubines femeninos, porque los celestiales no tienen sexo y resulta más difícil denominarlos convenientemente. Duna y Marina, Marina y Duna, visitaron mi casa y compartieron conversaciones, desayunos, comidas y tertulias inundando mi morada, generalmente semivacía, en una sinfonía de alegrías y ternuras.

Pregunté a quienes las conocen mejor y por más tiempo si alguna vez las vieron enfadadas, disgustadas, hurañas y con los genios escapados de los remansos del alma. No. Para nada. Nadie las ha visto así y es asunto tan misterioso que mi incredulidad tuvo que asumir la bendita realidad. Porque Duna y Marina, Marina y Duna, ignoran la misantropía, y su inocencia, más que delatarlas y dejarlas en evidencia, las hace más fuertes.

El caso es que Duna y Marina, Marina y Duna, se imponen por su generosidad, convencen por su simpatía, y reparten sueños y sonrisas como el castañero en invierno. Sólo que sus abrazos y sus dulzuras son invernales, primaverales, otoñales y estivales. Regalos gratuitos que ofrecen toda la temporada, con sus meses, sus años y su eterna juventud.

No sabemos en esta casa cuándo las volveremos a ver, porque partieron hacia sus tierras tras una estancia de paso. Pero ya sabemos que, como decía Fray Luís de León a sus salmantinos alumnos al reanudar sus clases después de cinco años de ausencia, “como decíamos ayer…” que todo seguirá igual y nada habrá cambiado.

Y volveremos a compartir las risas, pase lo que pase, con sus abrazos, sus ojos sinceros y su vitalidad envidiable. Cuatro días hermosos de ajetreos intensos y de reiniciar las ilusiones, cansadas y perdidas.

Si las veis juntas, si las encontráis por un capricho de encuentros azarosos de la vida, si os responden por sus nombres, Duna y Marina, darles dos besos, mirarles a los ojos y esperar a que sonrían. A partir de entonces comprenderéis que todavía existen los seres especiales y creeréis, si nos abandonaron los milagros, que algunos se conservan. Y no son alienígenas. Son de por aquí.
Música sugerida: ALINE CHERIE. Nirvana

martes, 13 de diciembre de 2011

MOSCAS

Llevo una temporada, demasiado para mí, rodeado de moscas. Si las encuentro en mi casa es que están en todas partes, también en vuestras casas. Pero este detalle tan compartido no me consuela nada. Abres una ventana y se cuelan en un santiamén. Vuelvo a abrirla para que salgan por donde vinieron y entran dos más. Y yo me pregunto dónde se esconden, dónde duermen la siesta, dónde pernoctan con los aires fríos.

Nunca me gustaron, ni su aleteo ni su insistencia en meter las narices donde nadie les invitó. Son listas y tienen mala sombra. Rosigan las narices mientra uno descansa; revolotean fuera de la mampara mientras me ducho, saltándose los permisos para intimidades que no invité; me las encuentro pisoteando el titular de una página del periódico, antes de que mis ojos comiencen su lectura; se introducen en la galería para ver cómo pones la lavadora; me siguen por los pasillos, por los rincones, por las estancias.

Y cuando más molestan es a la hora de comer. Tengo que acabar con el guiso antes de que aparezcan, tengo que apurar el sorbo de vino, o la fresca cerveza antes de que observen mis intenciones. Si me distraigo son capaces de consumir un culo de vino antes de ahogarse en él, resbalarse en una gota de aceite de la ensalada, husmear la fruta madura y festejar un postre dulce como si lo hubieran comprado ellas mismas en la confitería.

No las aguanto. Antes las veía desde comienzos de primavera hasta inicios de septiembre. Ya estamos finalizando el año y acabando de instalar los belenes con sus luces y sus estrellas. No es posible que aún estén por aquí. No es posible que no estén en el lugar que ahora les corresponde, ese idílico estado de hibernación. No es posible que prolonguen su incómodo papel de moscas cojoneras, porque el invierno ya llegó. A no ser que su presencia, ya casi eterna, se deba al amenazante cambio climático.

No las quiero. No me gustan. Y por eso me acuerdo de amigos protectores de animales, en plena tertulia de sobremesa, con el matamoscas preparado para cazar alguna al vuelo. O aquellas otras amistades, todas antitaurinas, echando insecticida para extinguir los odiosos insectos. ¿En qué quedamos pues? ¿Los animales son todos los que son? ¿Son todos los seres vivos aparte del ser humano? ¿Las moscas? ¿Los mosquitos? No quiero saber nada. No me gustan las moscas, ni las moscardas, ni los abejorros. Espero que algún día me dejen en paz y no se acostumbren a mí.

Y, no siendo un aficionado rockero, aprovecho el texto de este rincón del Diván para colgar a un grupo de mi ciudad. A ellos tampoco les gustan las moscas, aunque nunca se sabe.

Música sugerida: LIBERTAD. Alademoska

viernes, 9 de diciembre de 2011

BEAUTIFUL

No hace mucho, en un colegio de la California americana, un niño le dijo a una niña “beautiful”. En nuestro idioma hermosa, bella, guapa. Este calificativo tan inocente, poco sospechoso de impurezas mentales y nacido de un impulso espontáneo y natural fue encadenado, maltratado y sacado de contexto por distintos eslabones, hasta el punto que un simpático adjetivo se convirtió en poco menos que un grave insulto.

Quizás la niña dijo en casa que fulanico le dijo “linda”, y se montó el lío. Los padres, seguramente con mentes contaminadas, retorcidas, inquisidoras, no apreciaron la ingenuidad del piropo. La galantería del menor les ofendió y recurrieron al profesor, del profesor al jefe de estudios, del jefe de estudios al director de la escuela y del centro docente a los servicios sociales; del departamento municipal a la policía y de la fuerza del orden al juez.

¡Pobre niño! si lo llega a saber. Hubiese quedado mudo para siempre. Un agasajo convertido en acoso sexual, hostigamiento educativo. Ya no le quedarán ganas al mocoso de pronunciar, a nadie más y en futuros venideros, palabra alguna, ni agradable ni sosa, a mujer alguna por temor a otro grave incidente. Ni siquiera podrá articular frases complacientes a ningún caballero, pudiendo ser inculpado de homosexual.

No entenderé nunca tantos fantasmas mentales en los pensamientos de adultos que transforman mensajes inherentes en sentencias sublimes. Que dejen al niño en paz y que hagan una orgía de flagelaciones compartidas los padres, los responsables del colegio, los de servicios sociales, la policía, el fiscal y el juez.

Lo que me preocupa es que los hitos, comportamientos y costumbres cruzan el charco atlántico demasiado rápido para mis deseos. Dentro de poco y de seguir las cosas así veré a una innumerable fila de niños cara a la pared, descalzos y esposados, por decirles guapas, “beautiful” a sus chicas preferidas. Y si esto se consiente, si es que se produce, ya estará prohibido hasta mirar. El acto para el que se crearon los ojos podrá ser malentendido también, y podría resultar pecaminoso y hasta repulsivo.

Por eso y antes de que me lleven encadenado y sin ver a nadie, me despido en esta entrada con un elegante, y también inocente, PRECIOSAS, a las que estéis ahí.

Música sugerida: PSYCHE. Chris Spheeris

sábado, 3 de diciembre de 2011

LAS COSAS PUEDEN CAMBIAR

Hace ya una eternidad de aquellos años que se esconden casi voluntariamente en el olvido. Aquellos años de reclutamiento obligatorio para servir a una patria en tierra de nadie, para prestar un año perdido de la vida para regocijo de mandamases, de caprichosos oficiales que, bajo el sagrado pretexto de los intereses nacionales, vivían confortablemente por los servicios, obligados y gratuitos, de los mozos llamados a filas.

Encuentros entonces de gentes de distintas geografías y diferentes pensamientos, atolondrados por la ignorancia de sobrevivir, en esos fríos cuarteles, a los apegos de las novias, de las familias, de los estudios y los trabajos. Asustados las primeras semanas de tanta guardia sin enemigos, de tanta instrucción inútil, de tanto trasiego entre personas dominantes y amantes de la jerarquía, de la orden y la obediencia.

No bastando la sumisión a mandatos absurdos, no siendo suficiente cuadrarse ante extraños con galones, no estando incapacitado para subordinarse a indicaciones irracionales, se establecían también escalafones entre los novatos, soldados anónimos de plomo, para perpetuar la imbecilidad de las ordenanzas y el cumplimiento de las mismas.

Tal es así que era tradicional que los más veteranos recibieran a los nuevos incorporados, a fin de cuentas quienes les iban a reemplazar, con unas novatadas de presentación. Unas eran intimidatorias, otras groseras, otras humillantes, pero todas ellas inconscientes y estúpidas.

Tuve suerte porque las tonterías fueron más indulgentes conmigo pero, aun así, mi indignación por el trato, a veces vejatorio, a los demás me curtió en la rebeldía. Tanto fue así que, transcurrido un año y a punto de licenciarme de los cuarteles y de la patria, recibimos los veteranos a los nuevos reclutas, asustados y con caras de circunstancias, como siempre fue según la costumbre.

Mirarlos a ellos era retroceder en el tiempo y reflejarme otra vez en los tristes espejos del pasado. Pero conseguimos, unos cuantos indóciles como yo, romper la cadena y las tontas tradiciones. Si nos acordábamos todavía del recibimiento que nos dispensaron aquellos “abuelos”, y nada nos gustó, ¿con qué licencia moral y ética íbamos a repetir las mismas sandeces, las mismas bobadas que provocaban iras y enojos?

Fue así como, hablando con convicción con los unos y los otros, declaramos la paz a los nuevos intrusos e instauramos la concordia. Nada de novatadas, ni de bromas de mal gusto, ni abuso de falsa autoridad. Al fin y al cabo, éramos iguales los nuevos y los viejos, sin desprendernos nunca de esa cara de tontos y asustadizos que decían las autoridades que nos hacían más hombres.

Ya no se hicieron gamberradas desde entonces. Y yo, si en algún momento de mi vida me hice hombre fue porque me curtió el tiempo y los bandazos traicioneros, lejos de los cuarteles y en las trincheras de la existencia. Desde entonces supe que las cosas a veces, si se desean, pueden cambiar. Y si no hay que soñarlas.

Música sugerida: THIS VOICE. Ane Brun