lunes, 19 de septiembre de 2011

EL ÚLTIMO SUEÑO (DE LA NOCHE)

No hay rabia que más me dé que despertarme a mitad de un sueño. No, no me refiero a los sueños que se aspiran en la Vida, a esos planes a medio o largo plazo, a esos proyectos ahora inalcanzables y que adornamos de esperanzas, a esos cumplimientos de las utopías imposibles que queremos transformar en vivencias reales.

Apunto a los sueños profundos que nos asaltan e invaden la intimidad del descanso, a esos sueños, como si nos encontráramos en un spa, estando completamente dormidos y que afloran sin saber por qué cuando el cuerpo está en pleno reposo, cuando la mente descansa en un hondo baúl cerrado con llave.

Llega un momento que, dormido desde las uñas del pie hasta la última pestaña, surgen imágenes, casi siempre borrosas, de personas conocidas o lugares inexplorados. Desfilan en nuestros sueños como fotogramas de Films sin cronologías ni razonamientos lógicos. La mayoría de las ocasiones son quimeras aburridas, de esas que por sí solas te dormitan más, como si estuviésemos contando ovejas y ovejas…

A veces brota un argumento, una historia, la visión de una antigua cita jamás celebrada, el erotismo prohibido con alguien que estimé, la solución de un problema que preocupa, la conversación placentera con personas lejanas o el reencuentro inesperado con quienes ya no están.

Entonces, en plena apoteosis de los sentidos, con los oídos amodorrados pero en alerta, se origina un cortocircuito y se apaga el sueño, se desvanece la estampa, se aleja la alegoría y se diluye el más íntimo y libre pensamiento; o se aviva la realidad, ¡vaya yo a saber!

Lo que sí me alivia el sueño roto es cuando padezco de alguna pesadilla, esa que me precipita al vacío y estoy sólo en el abismo y me despierto a un metro del suelo. Cuando me ocurre pienso que si no despertara en ese momento me moriría entero y del todo…

O esas otras que soy perseguido por gentes desconocidas y me hundo en el fango, y cuando me agarran y percibo mi final recobro el despertar. Es entonces cuando agradezco el apagón del sueño.

Pero no quisiera desadormecerme en aquellas ilusiones que tanto me agradan. Desearía que todos los sueños fueran hermosos, pero por momentos me vencen los fantasmas.

Muchas veces ese sueño precioso no es ahuyentado por un suspiro, ni interrumpido el amenazante porrazo por un oportuno ronquido. Rompe la magia el puntual despertador, para mayor de mis disgustos. Y sé entonces que el sueño detenido, aceptado o reprobado, fue el último.

Música sugerida: MORE THAN WORDS. Extreme

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