Bueno, ahora que se ha marchado San Valentín de regreso, en Spanair, para invernar hasta el febrero que viene, volvemos a los estados cotidianos, a las cosas de siempre. Los regalos puntuales quedarán sin duda agradecidos, guardados, expuestos, comentados, lucidos. Fue el Día de los Enamorados y los besos de ayer invernarán también una buena temporada, pues los anuncios de los centros comerciales y televisivos se acostaron a eso de las diez de la noche.
Me gustan más los buenos días diarios como desayuno, me agradan más los encargos del día, me satisfacen más las discusiones veniales y domésticas porque sé que seguimos estando ahí, hasta la próxima temporada si ese Dios esperanzador existe y quiere, hasta el siguiente febrero. Prefiero los regalos de la acogedora compañía cuando me resultan casi eternos, mientras duran, por más que sean austeros en sus simplezas. Ese beso mañanero y ese otro del mediodía, ese comentario de qué vas a hacer o espérame a las siete. Esas monotonías que nos avisan de que aún estamos vivos, ese teléfono que suena a destiempo para robarte minutos de curiosas frivolidades.
San Valentín se fue pero las noticias de los telediarios son más tristes que en el invierno pasado, y los titulares de los diarios invitan a ojearlos más deprisa. Un poquito más añoso resistiendo vendavales, desencantos, distancias y fríos con la promesa de que Valentín, ese personaje de la era comercial, se asomará el año que viene por los escaparates y los luminosos anuncios para recordarnos que todavía seguimos en pie, firmes, tiernos, cansados y con los corazones henchidos de paciencia y esperanza.
Aunque para entonces yo habré dado un millón de besos, saludado las mañanas, bendecidas las noches y acostándome con el sueño de que vendrán mejores tiempos. La vida ya me sedujo y la acaricio todos los días, aunque a veces no nos entendamos.
Música sugerida: THE LONLY SHEPHERD. Gheorge Zamfir
Hasta que llegue el amanecer.....
Hace 10 años
Juan José, genial al tiempo que deja sobre el corazón una pátina de dulzura cotidiana, de esa que renegamos pero tanto necesitamos. Gracias.
ResponderEliminarLa Rockola de Fernando.