miércoles, 23 de febrero de 2011

TSUNAMIS EN LOS DESIERTOS

Todo empezó en Túnez. Un hecho trágico y aparentemente aislado prendió la rebelión. Años de autocracias y tiranías se tambalean, como las bahías con los tsunamis, en los huracanes polvorientos del desierto. La epidemia liberalizadora y contagiosa que alza cualquier rebeldía atiza con fuerza territorios sagrados, casi inamovibles.

En Occidente unos están de luto y otros conteniendo el espasmo. Nunca hubo tanta expectación.

Y ante la expansión del grito libertario los viejos protectores piden prudencia y moderación, no vaya a ser que los que viven de rodillas reclamen vivir con dignidad y en pie.

Ahora soplan inquietas diplomacias de bienvenida, pero sin arriesgar tantos intereses creados. Mientras, del otro lado, siguen los rigurosos fundamentalistas intentando el reparto del pastel, barriendo para sus objetivos toda la febril revuelta.

Yo, insensato pero inocente, sólo quisiera que los pueblos vencieran al yugo que les aprieta tanto la vida, que tuvieran la posibilidad de vivir libres y en paz, que pudieran caminar juntos por sus propios destinos en los horizontes de la cordura.

Demasiados deseos para tanta piraña suelta y hambrienta. Pero ojala los sueños y los cuentos de las Mil y Una Noches despertaran con horizontes pacificadores para vivir las vidas de las gentes, no los dictadores las vidas esquilmadas.

Los jóvenes, con su futuro confiscado, y la miseria contenida han prendido el fulgor de la mecha. El reto está planteado y servido el desafío. Queda por dilucidar el salto al vacío. Aferrarse a siglos de inflexible tradición de prejuicios y fantasmas o apostar por un futuro donde puedan ser rescatadas las vidas, las libertades y las almas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario