sábado, 1 de octubre de 2011

MATRIMONIO A PLAZOS

Ahora la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de la Ciudad de México ha resuelto a favor de los matrimonios con contratos renovables. Cada dos años las parejas amorosamente comprometidas, o las que sigan manteniendo dudas de relación, podrán prorrogar el matrimonio o rescindirlo, según convenga. El encarecimiento de los divorcios, los elevados costes que conllevan los finiquitos de cualquier separación tienen los días contados, si la pareja así lo desea, claro.

Ya se veía venir que los matrimonios, sean civiles o religiosos, no son para siempre, que la pasión del amor no es infinita, que lo que Dios unió pueden separarlo los humanos, que las personas se hacen mayores porque los años pasan y la idealización de ese otro yo, de la media naranja que queremos compartir hasta el final de los días, se va desvaneciendo conforme se cumplen primaveras.

Ese final de muchos cuentos que “comieron perdices y fueron felices” existe en la ficción de los viejos relatos, más poco o casi nada tienen que ver con la realidad cotidiana, donde las calvicies, las canas, las arrugas, los desperfectos van aflorando; como también los defectos del otro que también se disimulaban o los nuestros propios, relajados ya y liberados de la tensión de la conquista.

Ahora los mexicanos podrán, llegado el último día de expiración del contrato, firmar otros dos años o alegar que “hasta aquí hemos llegado”, y todo ante el juez. Para algunos qué largos se le van a hacer esos dos años, para otros quizás, demasiado cortos. Parece que volvamos a aquellos años tristes de matrimonios por conveniencias y que tanto daban que hablar. Pero los amores, viscerales o más comedidos, dicen que amores son…

Pero qué pena que se acoten en urnas de tiempo para saber, de primera mano, si la felicidad tiene moratorias a plazos. La felicidad, ese estado sentimental que tanto cuesta conseguir y, cuando se abraza, se diluye casi al instante, seguirá cuestionada no dos años, sino cada uno de los días.

En la vida no existen los tiempos muertos, pero hay que buscarse excusas y solicitar excedencias para recuperar la dicha perdida, la ventura eterna o el amor que, rozándolo, se escabulle como en un juego burlón.

Música sugerida: LA CUMPARSITA. Xavier Cugat y Dinah Shore

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