viernes, 12 de febrero de 2010

EL CARNAVAL

Parece ser que esta celebración, de origen pagano, se remonta a la civilización egipcia hace cinco mil años. Sería en el esplendor del Imperio Romano cuando tuvo su apogeo en la antigüedad, rindiendo pleitesía a Baco, el dios del vino, para más tarde expanderse también por América cuando los europeos llevaron allí, en el siglo XV, sus barcos, sus armas, sus cruces redentoras y sus costumbres festivas.
Siendo tradicionalmente famosas las de Río, Venecia, Tenerife y las de Cádiz los carnavales, en la era cristiana, se celebran poco antes del inicio de la cuaresma con su aconsejado ayuno. De modo que "carnaval" está etimológicamente relacionado con la carne. Suponía comer carne, en abundancia, antes de que llegue el ayuno. Y con el festín gastronómico la fiesta del exceso, del divertimento. Y los excesos, contrapuestos a las prohibiciones, generaron disgustos hasta el punto de aprovechar esos días y escondidos los desalmados en el anonimato de las máscaras se desataban venganzas y cuentas pendientes.
A mí, como de pequeño me enseñaron que hay que ir siempre con la cara descubierta, el torso erguido y la mirada al frente, nunca me han atraído esta clase de espectáculos, donde la gente se desinhibe de preocupaciones, sentimientos y hasta de la vergüenza. Me da a veces la sensación que lo que muchas personas son incapaces de hacer durante el año, llegadas estas fechas se desmadran tanto que me produce pánico.
De todas formas, respetuoso como siempre, a quienes os guste que la disfrutéis. Divertiros todo lo que podáis pero con la moderación necesaria. Pero no olvidéis que para ser felices no son necesarios unos pocos días, está el año entero por delante. Y, si podéis, compartir vuestra felicidad con los demás, sed generosos y no olvidar que siempre hay alguien en desgracia cerca de nosotros.

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