lunes, 16 de noviembre de 2009

CORAZONES QUE VEN

Uno de los dichos que siempre me han llamado la atención es ese que reza "ojos que no ven, corazón que no siente". Y yo creo que no es del todo así. Quizás se trata de un mecanismo de defensa y, ante una situación que no podemos ya controlar, cambiamos el chip, intentamos desconectar, procuramos hacernos el sueco o el longui y punto. Si algo luego pasa no queremos saber nada, nuestro papel ya concluyó cuando soltamos ese consejo, y nos liberamos y exculpamos al transmitir nuestra advertencia.
Pero no. Aunque no vaya a pasar nada nos queda una desazón, nos sentimos tan preocupados que no resoplamos hasta que nos confirmen la certeza de que, efectivamente, nada ocurrió. Y si algo pasa, si a pesar del mensaje los temores se confirman, ya nos invade el remordimiento y la impotencia. Porque soy de los que creen que existen lazos umbilicales invisibles y por más larga que sea la distancia, nuestro halo protector viaja más rápido cuanto mayor sea el sentimiento.
La distancia no es una frontera en el que el amor, el cariño o la amistad se detienen. Estos sentimientos humanos tienen pasaporte. Y aunque digamos que no, sabemos que es sí. No somos insensibles a las vidas de esos seres, que aunque lejos, siguen sus caminos. Las personas que queremos siempre estarán con nosotros por más que se encuentren en los confines del mundo, e incluso las que quisimos de alguna forma siguen ahí, por más que siguieron otras sendas. Porque si quisimos algo queda, y quien tuvo retuvo.
Nuestro sentimientos están llenos de discos duros, inmunes a los virus y a la amnesia. Y si rebobinamos en nuestro enter regresamos, volvemos a revivir lo sufrido y a recordar esa felicidad que nos inundó y que se fue. Esos archivos guardados en el alma, que de vez en cuando renacen y brotan, nos susurran que no somos del todo insensibles ni todo se curó. Lo que se vivió, aunque fuese hace mucho tiempo, sigue latiendo entre nosotros.
Y eso ocurre porque a veces no son los ojos los que ven, sino los corazones. Porque los corazones tienen los ojos, unos ojos con vista de largo alcance.
Música sugerida: AVE MUNDI. Rodrigo Leao

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