Al llegar a casa hoy me he llevado una sorpresa, aunque mayor asombro se llevó mi mujer (aunque no me gusta llamar así a las esposas de nadie, ni a la mía, porque denota un calificativo de pertenencia). Al entrar, mi compañera me presenta a su primer amor, al que ya llegué a conocer hace aproximadamente treinta y cinco años. Porque, mucho antes de consolidar mi relación sentimental con la que hoy me acompaña y es madre de mis dos hijas, ellos ya se conocían, se escribían cartas de amor y se dieron los primeros besos que enseña la vida.
Yo, como no podía ser de otra forma porque en la cortesía me eduqué, fui amable en todo momento y atento y comprensivo a los recuerdos y a las vicisitudes de una historia. Recogimos los teléfonos, los correos, las señas de localización. Compartimos una cerveza y se despidió agradecido de haber encontrado a ese primer amor de adolescencia, un amor que fue el primero y al que siguieron otros más; pero fue el primero, el que algunos catalogan como el más importante, tan emocionante, tan primaveral que jamás se olvida.
La experiencia me ha sido útil para actualizar el blog, pues me ha permitido repasar esos rincones del alma y esos cruces de caminos que determinan los destinos caprichosos. Sí, ese cruce de caminos que se producen en la vida y se duda cuál es el correcto, el desaconsejado, el peligroso o el más prudente. ¿Quién lo sabe a esas tiernas alturas de la edad? Ese cruce de caminos que pueden cambiar la vida por completo si escogemos una ruta a la derecha, a la izquierda o hacia delante, porque nunca hay una huída hacia atrás.
Quizás unas cartas no recibidas, o si recepcionadas mal interpretadas, o unas presiones familiares o sociales, o un entorno parcial y subjetivo empujaran a que los caminos no compartieran la misma senda, a que en la misma bifurcación los dos tiraran en diagonales distantes, incluso en derroteros paralelos pero nunca encontrados. Y, en estas circunstancias de dudas y titubeos, avanzar unos metros en otra dirección puede suponer un trayecto sin retorno.
En cualquier caso ese primer amor, siguiendo pistas y pesquisas, dio con su primera prometida. “¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? ¿Qué tal te fue la vida?” Imagino los sentimientos retorcidos, soñados, impulsivos, contradictorios, arrepentidos, y todos sin respuestas ni sentido, que se habrán agolpado en menos de un minuto; ese minuto eterno e instantáneo de un abrazo nervioso, de mirarse a los ojos y esbozar una sonrisa de sorpresa, de miedo y también de nostalgia y alegría.
Y aquí me encuentro ahora, intentando relatar una historia que pudo ser y no cuajó por los condicionantes que fueran. Intentando describir profundos sentimientos que brotan en un segundo y preguntándome por qué fui el último. Procurando indagar en los misterios de unos corazones que pudieron viajar juntos en el tiempo y que un cruce de caminos los condujo por túneles distintos.
Qué más puedo escribir. Me siento afortunado por mí. Triste por él. De lo demás poco quiero saber. Tan sólo me atormenta que un día me encuentre en medio de un incierto cruce de caminos, cuando las emboscadas inoportunas me pregunten quién soy y adónde, si acaso lo sé, camino…
Música sugerida: SIGO ENAMORADA DE TI. Edurne
QUÉ NOMBRE TAN CORTO...
Hace 8 años
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